LA CHICA DEL TROMBÓN
De mi "semana" de esparcimiento a través del séptimo arte, sólo me queda pensar que la verdad las películas fueron medio malas, salvo el violín... Esa sí se salvó, aunque tiene sus bemoles muy a flor de piel, pero qué hacer... Sin embargo siempre hay una luz al final del túnel --como en cualquier películilla hollywoodense-- y ahí estaba Aliche, compañera de carrera y amiga entrañable. Llegó un buen día con su rubicunda cabellera a cuestas y revolotéandole un par de mariposas o quizás abejas, pero estoy seguro que no eran moscas, no no no... Aliche llegó como un bálsamo de agua para el sediento, como la brisa marina para el indocumentado que está encerrado en un tráiler de doble fondo. Traía entre sus deditos un libro, ¡sí, un libro! Y me lo extendió y me dijo: "Por favor, lee esto".
Regresé a las letras. Olvidé las imágenes masticadas y lanzadas como un escupitajo sobre la pantalla, creando grotescas figuras que sólo buscan clamar por dinero o por prestigio. Falsos. ¡Váyanse! Ahora tengo --o tenía, ya me lo quitaron, ni modos-- un libro. Entonces leí y las letras curaron mi cerebro dañado. Ahuyentaron al Grinch que había crecido poco a poco dentro de mis músculos --por si no lo habían notado, las "reseñas" de cine que escribí fueron hechas bajo el efecto Grinch, y qué y qué y qué-- y me hicieron pensar que no todo estaba acabado.
Regresar al origen. El cine, o la mayoría de las historias del cine, toman como ejemplo alguna historia que haya creado sus bases en la literatura. Regresar al origen. Así lo hice y descubrí una historia sumamente conmovedora. Regresa al origen. No es un cuento que tenga grandes espectáculos ni nos muestre majestuosas locaciones, es la vida común contada de una forma poco común. Simplemente regresar al orígen.
Y entonces, nuevamente las ganas de escribir algo me salieron. Y escribí y escribí y escribí sobre un papel y con una pluma. Hacía tiempo que no intentaba algo parecido. ¿Un papel? ¿Una pluma? Sí, regresar al orígen. Y mientras me metía al mar de las letras tenía mis ojos puestos en las imágenes que llegaban como hojas cayendo sobre mí. Es bien sabido que los autores trasvasan su vida a sus escritos y llenan a sus personajes de los momentos que ellos mismos han experimentado. Esto ocurre con Antonio Skármeta. A través de sus palabras, nos dibuja la vida de una mujer chilena que vive en una cotidianeidad absolutamente fantástica. Skármeta lanza a su alter ego Alia Emar Coppeta dentro del mar de la ilusión, como si fuera un pedazo de carnada confeccionado con retazos de su memoria. Nosotros, los peces-lectores, en seguida quedamos atrapados en el anzuelo de su prosa. Entonces, Skármeta nos jala a la superficie, con pequeños tironcitos, capítulos cortos que nos descubren, palabra a palabra, la mente de Alia Emar. Y así, subiendo a las manos de Skármeta, sentimos un vuelco en el corazón que palpita al estar atrapados en una fascinante escenario compuesto por extremos aparentemente irreconciliables. Su poesía sencilla nos hunde; su realidad fantástica nos emociona; la fusión de la niña con la mujer, nos estremece y terminamos viendo a América Latina entera a través de los ojos de una mujer reflejados en los de un hombre. Por cierto, Alia Emar también se llama Magdalena, como la madre de Skármeta.
Gracias Aliche, más libros como estos...
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