sábado, 12 de septiembre de 2009

La dama y el proxeneta

Una timorata e ínclita dama, se paseaba por un jardín. De pronto, sobresaltada miró a su lado a un bien vestido y distinguido proxeneta, gallardo y burdelesco a la vez. Sin notar su profana profesión, la límpida joven acercó su presencia y preguntó al de sentimientos palurdos:

-Disculpe, ¿Me podría dar la hora?

A lo que el alcahuete contestó:

-Su desorden gramatical al formular su pregunta, bella damicela, me deja impertérrito, pero se la puedo dar ahora o cuando usted así lo pida, sólo avíseme para agendarla.

Antropología Evolutiva

Debo confesarlo, mi afición, y por qué no decirlo, mi adicción desde que era niño fue la antropología. Recuerdo sentarme todas las tardes a devorar las imágenes de los cientos (millones quizás cuando era niño) de libros que mis padres habían acumulado durante docenas (cientos quizás cuando era niño) de años. Ahí estaban y me decían "ven, mírame" extendiendo sus bracitos y utilizando el índice ondulatorio para impelerme a abrirlos, y como todo niño que se vuelve indefenso ante lo que quiere (niños, adultos y ancianos, ahora lo sé después de estudiar durante años etnología y antropología antiguos, modernos y futuros) cedía ante los encantos de aquellas páginas y abriéndolas como podía me dedicaba a ver los dibujitos y cuando tuvo más edad, también leía los pies de página.

Fue ese gusto el que me hizo hacerme antropólogo y fue esa antropología la que me llevó a las lejanas islas de la Polinesia francesa, excelente clima y excelsos brebajes, dicho sea de paso. Fue en una de las excursiones que realicé al monte Dhoju Mohju (para los aborígenes de una de estas miles (millones quizás cuando sea anciano) de islas, los espíritus de los hombres se esconden y descansan dentro de los vientres de los innumerables volcanes que adormecidos están) que realizaba períodicamente para terminar mi doctorado cuando tuve la sorpresa de encontrarme con un pequeño coco.

El coco parecía girar por sí mismo. Al principio atribuí dicho movimiento a la superstición científica, pues es lo que cualquier ser humano hace, se explica las cosas con otras cosas que tiene enraizadas en el cerebro. Si realmente mi ciencia fuera la herramienta non plus ultra para explicarlo todo, no hubiera pensado que el coco giraba por fuerzas de la gravedad incurridas por la pendiente ligerísima del suelo. El coco agarró fuerza, pues se encontró con una pendiente mucho más pronunciada pero de pronto se detuvo, así como así, sin que piedrillas que fungieran de tope lo detuviera. Fue ahí donde me di cuenta que la ciencia no deja de ser una herramienta más para conocer el mundo.

Entonces salieron un par de patas, quizás piernas y el coco sacó un par de tenazas, quizás manos y un pequeño enanito, un ser de unos veinte centímetros de alto se desenroscó del caparazón en forma de coco y decidió caminar hacia la izquierda. Era un pequeño demonio o al menos eso me parció a primera vista, con sus miembros grises como de piedra y una pequeña baraba llena de musgo. De no ser por la velocidad con que se movió hubiera pensado que era alguna especie no conocida de humanoides que existían en esa isla. El miedo de ver a aquella figura semiencorvada y llena de velocidades dignas de hormigas negras me hizo detenerme, pero como aquellas veces en que los libros me llamaban, esta situación lo hizo.

Seguí al duendecillo. ¿Qué era? ¿Mitad hombre y mitad animal? ¿Darwin estaba en lo cierto y verdaderamente partimos de un tronco común todos los simios? Caminaba con cautela pero algo en los ojos de la pequeña criatura me hizo pensar, quizás demasiado tarde, en que aquella cosa sabía que lo seguía y justo cuando entramos en una cueva pequeña, en la que tuve que encorvarme como aquella cosa, sentí la verdad segar cualquier duda. Aquél miserable enano volteó a verme dibujando una sonrisa diablesca, enseñandome unos colmillos terriblemente agundos mientras reía a carcajadas. Me miró, lo miré y si no hubiera sabido que eso que sentía no era amor precisamente (o quién lo puede saber, amor y temor, ambos terminan en mor), cualquier nos hubiera confundido con un par de siervos midiendo sus oportunidades.

El tubo en el que me encontraba era demasiado estrecho para voltear con velocidad y escapar, y aunque lo hubiera hecho, estaba claro que el duendecillo era lo suficientemente veloz como para atraparme y degollarme. El hombre-enano-demonio sabía que todo estaba a su favor y así fue. Se lanzó rápidamente hacia el cuello de un hombre demasiado curioso y clavó miles (dos quizás cuando deje de sentir) de alfileres. Fue una simple mordida, una forma de herrarme como de su propiedad. En seguida se apartó de mí, me miró, volvió a dibujar su sonrisilla sardónica y en seguida entumió los miembros dentro del coco que le colgaba en la espalda y se fue rodando pendiente arriba, saliendo por el tubo en el que me había obligado a entrar, pasando por un pequeño resquisio que dejaban mis piernas y ablandando su caparzón.

Ahí me dejó, mientras escuchaba cómo se escapaba por la rendijilla del norte. La obscuridad comenzó dejó de dañar mis ojos y comencé a verlo todo con claridad. El cuello dejaba de dolerme y si no hubiera sabido que era porque la sangre se aglutinaba en mis venas, provocándome un estado anestésico, cualquiera me hubiera dicho que la tragedia había pasado. Mi fin se acercaba, pero el fin por el que estaba ahí, adentro, acurrucado, herido, ese todavía estaba palpitante. La curiosidad fue más fuerte que el miedo a la muerte y decidí seguir bajando por el túnel, dándome tiempo a calibrar mis ojos a la obscuridad.

Habré bajado cien (ene quizás cuando ya nadie encuentre mi cadáver) metros y entonces, el tubo se ensanchó inesperadamente y una terrible bóveda se alzó frente a mis ojos. Era una gran cueva, era una enorme cueva, era un espacio terriblemente enorme con dos túneles en cada extremo y si no hubiera sabido que eso era una, pues una cueva, cualquiera me hubiera confundido con que eso era la matriz de una diosa o de la diosa de los dioses o yo qué sé. Lo único cierto es que estaba perplejo. El hombro lo dejaba de sentir pero mis piernas estaban fuertes y revisé las paredes (la pared quizás porque era una gran esfera) con cuidado y con mucha, mucha curiosidad.

Eran rasgos escarvados en la piedra volcánica, una piedra volcánica que se iluminaba por una grieta finísima. Eran movimientos bruscos que representaban escenas trágicas, escenas cómicas y escenas tristes. Eran hombres de piedra eternizados en un momento cúlmen de su historia. Un marinero luchando contra una serpiente gigante en forma de ola, un carnicero peleando a mordidas con un macho cabrío, una mujer tratando de que los dos hombres de su vida no cayeran en el precipicio de su propia inconciencia, un viejo dominando el fuego y sucumbiendo ante el poder que le regalaba el regalo de los dioses, un astronauta (eso parecía a mis ojos, a los de los nativos arenbos quién lo puede decir) deshaciéndose ante los rayos de la luna, un mago dominando los demonios de sus propios hechizos, un cazador llevando a sus hombres a la emboscada de una presa que a su vez les preparaba una emboscada con su propia manada, una sacerdotiza abriéndo el corazón de un hombre (¿o una mujer?) para ver porqué no podía amar a sus semejantes, un gigante pisando a miles de hombres enanos (logré distinguir al terrible demonio que ahora me dejaba el antebrazo sin sensibilidad) desesperado por la suerte que le habían traído, una leñadora entre miles de palos y ramas (millones quizás si hubiese tenido una antorcha para ver mejor) incapaz de decidir cuál tomar ante su sueño hecho realidad.

Y mientras seguía observando la vida de muchos encerrada en un instante, mis ojos no pudieron dejar de asombrarse cuando vieron a un hombre de carne y hueso emparedado en la piedra, como si ésta lo estuviera tragando poco a poco, lentamente. Su cabeza miraba hacia la endidura superior, esa que llenaba de una ligerísima luz; sus ojos se veían perdidos en la inmensidad, su mirada estaba ida, su presencia estaba en otro lugar. Parecía muerto pero no lo estaba, sus brazos colgaban sin fuerza al igual que sus pies, el resto de su cuerpo lo engullía la gran matriz.

"Miras al cielo y quieres salir volando ¿no es así?" pregunté al hombre. No me contestó pero algo en su rostro me llenó de un terror inesperado, violento. Me alejé de él. Me alejé de mí. Era yo. Era mi persona la que estaba atascada, la que estaba atrapada. Era yo, mis ojos, mi rostro. Mi cara. Quize correr pero las piernas dejaron de hacerme caso, sólo mis brazos impedían que cayera. El corazón se volteaba dentro del tórax. ¿Qué hacía yo atrapado por miles de brazos de piedra? Porque a lo lejos podía ver que miles de pequeñas manos detenían a aquél hombre, a mí, lo avalanzaban al suelo, lo retenían a la pared.

"¡Déjenlo!" Ordené, pero la quijada ya no me permitía articular palabra alguna.
"¡Déjenme! ¡Déjenme! ¡Por favor! ¡Déjenme!"empezó a balbucear el hombre. No era yo, de eso me dí cuenta cuando comenzó a mover los ojos. Pero se parecía a mí. Era mi otro yo, quizás el hermano que nunca tuve. Y me conmovió, estaba ahí, atrapado, sin poder moverse. No pertenecía al mundo de los rasgos, de las representaciones, pero tampoco al mundo de los vivos. Sólo había intentado salir volando a aquél rasguño de luz, pero su mundo, las piedras no lo dejaron moverse más allá de donde estaba. Tuvo la voluntad de romper un mundo, quizo nacer, casi lo hizo, pero no pudo hacerlo. Las manos lo demostraban, las manos lo detenían, las manos le devolvían a la piedra pero lo castigaban no dejándolo vivir ahí. En el limbo habitaba, en la mitad de todo, en una grieta de su sistema, con la tortura de ver su meta a unos pasos pero sabiendo, entendiendo, asimiliando eternamente que nunca pondría un pie en él y jamás regresaría con los suyo. Maldito para siempre, esperaba el día de su muerte que nunca llegaría porque era de piedra y la piedra nunca muere. Bendecido por el resto de sus días por haber tenido el valor de destrozar y de abrir la brecha que ahora lo ahorcaba, bendecido por saber que estaba más cerca que nunca lo estaría de su sueño, de lo que estaba predeterminado a hacer.

¿Cómo no conmoverme con tal muestra de pasión? El hombre era yo, persiguió su instinto, siguió su naturaleza y terminó hecho prisionero de su propio ser. Mis últimas fuerzas fueron bien utilizadas, me arrastré como pude hacerlo y le di la mano. No estás solo. Yo también muero por mi propia culpa. Ahora sólo esperemos a que la sangre deje de llegar a mi cerebro para dejar de pensar, para congelar los sintagmas, para endurecer este momento, hermano. Miremos la luz, qué bella es, ¿no es así?

jueves, 10 de septiembre de 2009

El último día del imperio: Crisis

¿Ves aquella rata que busca desesperadamente una salida en sus paredes de acrílicos? Mírala bien, sabe que hay algo allá afuera, sabe que ansía estar afuera y que va a estar afuera (algún día, cuando muera, tendré que sacarla y entonces mucho antes de que me percate de su muerte ya será una con Dios). Quizás no sabe que sólo cinco milímetros de un acrílico de segunda la separan de su anhelo, no lo sabe pero lo intuye.

Eso es lo que la propulsa a olisquear cada esquina de su celda cristalina, que repase una y otra vez las infinitas esquinas desesperándola, amansándola, cerrándole toda aspiración, toda esperanza. Cada vez que tiene una idea para escapar, ahí estaré yo para modificar su entorno y volverla loca. "¿Dónde están los cimientos de la gran escalera que construía?" preguntará escandalizada. Y yo la veré volverse loca buscando una nueva forma de escapara y cuando esté por conseguirlo, volveré a desplomar sus intensiones.

¿Quién se cansará primero, yo derrumbando sus ganas sin sentido, o ella reintentando a cada momento recuperar el tiempo perdido, reescribiendo las líneas una y otra vez hasta que finalmente la tragicomedia termine con un final feliz? Ganaría ella, porque está programada para intentarlo una y otra vez... no, ganaría yo, porque estoy programado para bajarla a su realidad de rata blanca.

Mientras pienso esto, ya volvió a tirar el agua de su pequeño botecito y estoy seguro de que piensa que en el momento en que abra la puerta superior para llenar nuevamente su botecito, será el ideal para avalanzarse a la salida. Pobre, si hubiera pensado eso hace siete meses cuando aún era joven, pero ya está vieja y no alcanzará jamás a llegar a la salida antes de que yo se la vuelva a cerrar.

Y entonces, por alguna razón me siento identificado con la pequeña rata. Siempre busco alguna salida, alguna forma de alejarme del destino que me tiene preparado la vida de oficina, la vida que me tracé al escoger estúpidamente (no, nada es estúpido) una profesión cuando los zátrapas que nos atraparon con su red de universidad bonita nunca te avisaron que jamás podrías ver realizados tus sueños porque tendrías que enfrentarte a un sistema preestablecido del que jamás podrás salir victoriosos a menos que te humilles y tiendas el cuello para que te degüelle o te conviertas en el verdugo que arrancará la sangre de los que se humillan. Son dos salsas, y las dos me dan asco.

Ahora quiero alejarme de esos vectores, quiero empezar mi propia senda (caminante se hace camino al andar) pero siempre me topo con las ineptidudes del sistema que están ahí para deshacer los pequeños terrones que construyes para escapar, tal y como yo lo hago con la rata.

Quiero solucionar las necesidades (como los gurús del mercadeo han predicado) que son obviamente las que con más claridad afectan a todos, pero el sistema está diseñado para entrenarlo en la avaricia y la ambición y hacerlos ver que pueden prescindir de eso que yo les ofrezco. Nuevamente, el destino destruye mi puente, tal y como yo lo hago con la rata.

Entonces mi vehemencia sale a flote, no me dejaré hundir, utilizaré al sistema para hacerme libre, no para hacer lo que se me dé la gana, sino para no hacer lo que a otro se le dé la gana, y entretejo la red...

Pero ahora recuerdo que es la misma estrategia de la rata al tirar su botecito de agua y entonces me doy cuenta de que estaré con la historia sin fin de intentar e intentar, hasta que mis huesos se hagan viejos y a mi impetú le salgan callos de tanto mirar las esquinas interminables...

Y entonces me doy cuenta de que nací para conseguirlo y que lo voy a conseguir así tenga que remover uno a uno a todos los engendros que se han apelmazado en el sistema y me impiden seguir adelante con la vida que a todos nos conviene: la de mirarnos el uno al otro y saber que somos todos uno y que el bien del otro es el bien de uno mismo.

Es necesaria una revolución, una revolución del yo, una revolución que termine con las ratas que están contentas con el sistema y que no permitirán que la bondad del ser humano salga a flote porque tienen miedo, miedo de que dejen de ser lo que son, sin darse cuenta de que serían mucho mejores de lo que jamás creerían.

Es momento de cortar cabezas, de que rueden las personas que rigen el mundo, que mueran los egoístas, que mueran los traidores, que muera la gente sin sentido común, que mueran los que piensan que sólo ellos importan, que mueran los ambiciosos, que mueran, que mueran y sus inmundicias se laven con la sangre que emane de sus cavidades, que mueran porque no tienen cavida aquí los que hunden la cabeza del vecino para sacar la suya fuera del agua... que mueran, de eso me encargo yo.

lunes, 6 de julio de 2009

El último día del imperio: Si todos usaran bicicleta

Es espantoso. Nunca pensé creer que alguna vez vería lo que vi. Es verdad lo que dicen por ahí, es la era de la información... pero la información sigue sin comunicar. Caminé por la ciudad, fría y húmeda, llena de baches llenos de agua. La brisa llegó a mí espontáneamente gracias a un pequeño automóvil que al pasar salpicó innumerables gotas que se dividieron obedeciendo a una fórmula milenaria e incomprensible. Sigo caminando aún, utilizando lo último de la información para mantener al día a mis lectores, para mantener al día mi pequeño diario en el que se ha convertido mi inseparable blog. Sé que tengo que hacer algo muy importante. No es algo como pagar los impuestos. Tampoco es estudiar o encontrar algún trabajo que permita sobrevivir otros tres o cuatro años. No. Es algo importante que se siente desde el fondo de mi ser. Aún no logro descifrarlo y mucho menos podré hacerlo tecleando con dificultad en la Blackberry que me dieron en el trabajo.

Finalmente creí encontrar el trabajo deseado, después de meses de poner atención a una especialidad que quise desde el principio. Ahora me encuentro en mi primer día comprando y vendiendo acciones, esperando experimentar la adrenalina de Wall Street. Parece que hoy fue un día tranquilo. Tranquilo y aburrido. Y entonces cavilé que lo tranquilo no debe, no tiene por qué ser aburrido. Entonces me di cuenta que todos estos años me vi absorbido por el vórtice del escusado de la vida, ¿quién tiró de la cadena? Sólo Dios sabe, pero ahí vamos todos, empapados por la inmundicia, en la misma dirección, girando como locos, gritando y matándonos por ser los últimos en morir, a pesar de que sabemos que cuando lleguemos a ese túnel pavoroso que a todos nos espera, nada sabremos. Eso es lo que más miedo me da. No saber.

Recordé, al revisar los papeles que me dieron antes de entrar al área bursátil del banco, que siempre había buscado una especie de desahogo. Siempre pensé que era dinero. Siempre pensé que el día en que me viera con un sueldo holgado, ese día sería de los más felices de los mortales. Falso. Hoy me avisaron que ganaría de base XXmil pesos, más comisiones que por lo general son abultadas, más bonos, más prestaciones, más cupones, más, más, más... y entonces después de quitar mi cara de asombro (era más asombro que felicidad) me di cuenta que todo eso que me daban era lo que valía mi tiempo y que ahora tenía la obligación de gastarlo en un sin fin de horas sentado ante un ordenador. Quise compensar el desencanto con las imágenes de estrés interminable que vi en películas y documentales, pero como dije al principio, todo estaba tranquilo y aburrido.

Pero el pequeño lago que se impuso ante nosotros me permitió disfrutar un poco más de mi actividad preferida: observar. Finalmente el descanso de las tres de la tarde llegó. Ahora ya podía disponer nuevamente de mi tiempo. Me acerqué al ventanal enorme que nos divide de la gran torre en donde se dirigen los destinos financieros de millones de personas, de la vida de esas personas a las que ayudamos a ganar más simplemente moviendo dos botones del teclado. Y vi pasar las infinitas series de automóviles que pasaban ante nosotros, rindiendo pleitesía (eso parecía, qué quieren que haga) y uno no podía ver dónde comenzaba la fila ni donde terminaba. Recordé que de niño me despertaba muy temprano para ver al primer automovilista que recorrería las interminables calles. Ya hace mucho tiempo de aquellos años.

¿Qué sería de la vida de todos nosotros si no existieran los automóviles? Y no quiero decir que quiero que dejen de existir. Es maravilloso entrar en el interior de ellos, sobre todo si están tapizados con piel y te cobijan en su lujoso poderío. Es una sensación que no cambiaría. Pero siempre termino preguntándome, mientras camino en mi automóvil, mirando a los demás que se desarrollan en sus propios mundos (tengo la sensación de que en mi pierna a crecido un músculo que me permite maniobrar con habilidad impresionante el embrague), ¿qué sería de nosotros si todos usaran bicicletas? ¿Qué pasaría si en lugar de haber desarrollado los automóviles individuales, se hubieran construido líneas de trenes o carreteras específicas para autobuses, en fin transportes multitudinarios? Creo que el automóvil creció junto a la creencia del yo, de la individualidad, de la libertad... y mientras más libres somos, más solos estamos y más estupideces cometemos.

Claro está que a los poderosos del petróleo les convenía más venderles 20 litros de gasolina a 20 millones de personas que a 2 millones de autobuses que podrían movilizar a esos mismos veinte. Claro. Todo es flujos de efectivo. Todo es negocio y balances perfectos. No tenemos tiempo de mirar si hay errores, mejor no cometerlos. No quisiera que hubiera una revolución, algo que desequilibrara de más la sociedad en la que me desempeño. Es verdad, no coincido con tanta porquería ni con tanta enfermedad de poder (recuerdo fugazmente a Tolkien), pero en el fondo tengo un plan trazado, siento que debo hacer algo y debo hacerlo en el mundo que me tocó vivir. Muchos quieren romper las paredes, romper un mundo dicen. Yo sólo quiero vivir, ver crecer a mis hijos, ver crecer a sus hijos y si se puede morir al lado de la que amo. Pero para eso debo hacer algo, creo que poco a poco lo voy comprendiendo pero la impaciencia a veces me confunde, me obnubila y termina obligándome a cometer estupideces como la de entrar a un empleo formidable.

A veces todos queremos destrozar lo que vemos mal para poner en su lugar lo que vemos bien y no nos damos cuenta que hay otros que ven mal lo que nosotros vemos bien. Creo que en el fondo la técnica del Aikido es la más indicada. Entrar al sistema. Comprender el sistema. Vivir el sistema. Ser el sistema. Y entonces, cuando seamos uno con él, dirigir todo su poder, toda su fuerza, su memento, su inercia hacia los caminos indicados. Chocar contra la gran bola de nieve no tiene más que una consecuencia, sucumbir ante ella, ser absorbida por ella, perecer y vivir por ella. Convertirá nuestros ideales en camisetas y estampas. Un cambio de fondo requiere un cambio desde el interior de cada uno de nosotros.

Creo que al subir a un automóvil adquirimos un poco de ese poder que ostentan los "poderosos" y nos transforma, nos enerva y nos convierte en unos gritones. Y desde el más izquierdista hasta el más derechista se convierten en unos verdaderos animales y es cuando la magia se da y los extremos se tocan en un desfiguro detestable. El Aikido es la respuesta y siento que finalmente tenía que tomar este empleo para figurarlo para sentir la abulia y buscar esta burbuja de descanso, de pensamiento. ¿Cambiar un sistema? ¿Para qué si la gente es la que está mal? Cualquier sistema nuevo que naciera se vería infectada por la codicia, por esa ambición, por ese mal de poder que se ve tan claramente en los automovilistas. Creo que si todos usáramos bicicletas jamás hubiera entendido esto último. Cada vez siento que me acerco a esa voz que se escucha dentro de mi, paciencia, paciencia para entender a esa musiquilla que suena tal que así...

domingo, 28 de junio de 2009

Seré conciso e iré al grano (¡por favor!):

1. No estoy de acuerdo con las personas que promueven el voto en contra del voto en blanco esgrimiendo que de no hacerlo nos quedaremos marginados de la toma de decisiones y que otros decidirán por nosotros... ¿que a caso no estamos marginados ahora de las decisiones, con todo y que votamos por alguien hace 3 y 6 años?
2. La gente vota, está interesada, pero los políticos sólo utilizan estos momentos de elecciones para acercarse a la gente, después ya nadie los localiza y la única forma de llamar la atención pública (a través de llamar la atención de los medios) es realizando trifulcas tipo "Atenco" o "Toma de Reforma" o llamando a millones de personas a desfilar con veladoras y vestimenta blanca... ¡pero nunca a través del voto!
3. Las personas que quieren "hacer conciencia" al promover el voto, más deberían buscar formas y líneas para que después de las elecciones nosotros sigamos en contacto directo con nuestros empleados (representantes pues, para que no haya ofendidos) y nos respondan.
4. Yo estoy a favor del voto blanco, pues como estamos viendo, está levantando revuelo entre los políticos, está moviendo el tapete a muchos y por lo menos como experimento social y como llamada de atención está sirviendo demasiado.



Como experimento político me parece adorable esta propuesta. (Fuente: cinevisiones.blogspot.com)


jueves, 25 de junio de 2009

Un cambio

La vida no cambia con una Revolución, digo, no cambia para bien. Una revolución trae consigo incertidumbre, trae consigo desorden generalizado, trae consigo hambre y desolación, sin mencionar la violencia sinrazón que acarrearía. La solución, decía, es un cambio más en lo interior de cada uno de nosotros. Como mencionaba en otro artículo, todos los sistemas están conformados por hombres y como tal, si el hombre es el que está enfermo, tarde o temprano terminará por contaminar al sistema y se volverá al mismo ciclo confirmando la fantástica sociedad cíclica.

Ya hace mucho tiempo vino alguien con una idea magnífica pero poco a poco su grito de libertad se fue viciando y se convirtió en cosas que no debían ser. Su lema: ámense los unos a los otros. Su misión: traernos paz a todos. Hace mucho tiempo vino a nosotros la solución a todos nuestros problemas y qué hicimos. Sabemos la respuesta.

El fundamento de esa pequeña idea no tiene mucha dificultad para explicarse. Es fácil pensar que debemos amar al prójimo, pero es difícil hacerlo, sobre todo sabiendo que ese prójimo es malo ante nuestros ojos. Pero precisamente ahí está la belleza de ese dicho, se trata de confiar en el otro, se trata de lograr una empatía con él, pensar en su bienestar (y al mismo tiempo confiamos que él está pensando en nuestro bienestar) y de acuerdo con esto actuar.

Pensar en nuestro hermano decía esta persona que llegó hace milenios, ¿y ahora qué hacemos escudándonos en nuestra libertad? Dejo que ustedes contesten lo que mejor les parezca y estoy seguro de que se darán cuenta de que lo que digo es verdad. El cambio, amigos míos, está en nosotros mismos. Decía en el mismo artículo anterior del que hable antes que empecemos por pasos pequeños, sonrisas escurridizas, asentimientos con la cabeza para mostrar interés en el otro. No espero que salga nadie a querer dar de comer a todos los hambrientos, preferiría que ayudaran a su vecina viejita (la histérica de los gatos) con el mandado sin esperar si quiera las gracias… sólo háganlo. Digan a aquel que tira su colilla que no lo haga, y recójanla sin pensar que él (o ella) lo vaya a hacer primero. Por una vez en la vida no avienten el coche al de al lado nada más porque traen mucha prisa. Serénense.

Esto es de práctica, un poquito hoy, un poquito mañana, un poquito pasado mañana y así, de poquito en poquito se darán cuenta de que su círculo próximo estará cambiando y entonces sólo si sienten el impulso, salgan un poco de ese círculo y verán cómo los círculos más alejados van cambiando de lentamente, pero van cambiando. Una guerra es costosa en tiempos, dineros y no se diga en vidas; en cambio, un cambio (valga la redundancia) de actitud hacia la realidad por nuestra parte, significará mucho más.

La Revolución que no cambió nada

Es fácil encontrar entre mucha gente la conciencia de estar listos para cualquier estallido social. Están listos para cubrir el patio de sus casas con sangre a favor de un mundo mejor, de un mundo impoluto. Son personas que creen estar preparadas, física, moral y espiritualmente para inmolar sus vidas a favor de sus próceres y que al pensar así dotan de significado a la sangre que ahora corre por sus venas y quien sabe, quizás hasta puedan aparecer en los billetes de cien o doscientos pesos de los que usaremos dentro de unos cien años.

La idea simplemente me eriza la piel y me hace pensar que no saben lo que dicen, que quizás piensen que con otra revolución van a liberarse de los pagos de tarjetas de crédito, van a poder llevar a sus hijos a restaurantes de lujo, van a poder costear los precios de las medicinas, podrán comprar automóviles nuevos y no de segunda mano, podrán vivir la vida que siempre han querido. Craso error es lo que yo puedo decir.

Ninguna de las revueltas armadas ha proporcionado a México un verdadero cambio social; han cambiado los dueños de las tierras, los que ostentan el poder ya no fueron los mismos: primero los españoles peninsulares (revuelta) después los criollos (revuelta) más tarde los mexicanos liberales (revuelta) conservadores (revuelta) liberales (revuelta) Maximiliano (revuelta) Juárez (revuelta) Díaz (revuelta) PRI…

¿Verdaderamente el pobre dejó de ser pobre? ¿Realmente la condición humana del mexicano mejoró debido a la guerra que provocó un cambio? Por que es claro que los avances médicos y tecnológicos no esperaban a que México estuviera o no en guerra, a que tuviera a un dictador o que fuera un presidente el que tirara de las riendas, a que asesinaran a uno o embelesaran a otro. El mundo siguió avanzando y más bien fue el país el que tuvo que correr nuevamente para alcanzarlo y no rezagarse demasiado.

Claramente uno de los grandes impulsores de la tecnología, del progreso lo llamaban ellos, fue Porfirio Díaz y su grupo de científicos; pero él no dio a los indios lo que había buscado años atrás con las revueltas de Hidalgo y a pesar del cambio y el progreso al que llegaron, las condiciones en las que vivían campesinos, mineros, seguían siendo iguales.

Con la llegada de la Revolución Mexicana de 1910, se rompieron las ataduras de la cadena de una presidencia que parecía eterna. En 1810 se utilizó la justificación de la independencia; en 1910 fue la democracia la que movilizó a la bola. Y pasó 1810 y pasó 1910 y la bola quedó siendo bola, salvo la bola de cuates que se hicieron de la presidencia o de la bola de listillos que se convirtieron en caciques, pero la bola, la bola lo que conocemos la bola, bola siguió.

Existe, sin embargo otra clase de personas que también están casadas con esta espeluznante salida “inteligente” a los problemas (llamemos problemas al hecho de que ellos, los que llaman a los vientos de guerra, no están en el lugar de los que quieren tirar) y llevan aún más lejos sus intenciones al vestir con misticismo y proféticos acordes sus agüeros, escudándose en lo que llaman muy pomposamente: la sociedad cíclica mexicana.

Su teoría es muy conocida por muchos y dice más o menos así: “Cuentan la leyenda que cada cien años el pueblo sometido por sus tlatoanis (nótese la obligada vinculación con las más hondas raíces prehispánicas) se levanta en armas para desangrar a los que le quitan el pan y se aprovechan de ellos”. Y ya, con eso ya es seguro que en el 2010 va a haber otra revuelta para quitar a los burgueses, a los empresarios que son ambiciosos (claro que se les escapa el insignificante detalle (el diablo se esconde en los detalles) de que ellos, los que acusan, si estuvieran en la misma circunstancia que los acusado, harían lo mismo) y sólo quieren que dejemos de comer, que nuestras familias perezcan: porque son malos. Nada más estúpido.

Una guerra no es la solución para alcanzar un cambio en la sociedad. Una guerra sólo cambiará las estafetas y pondrá en el lugar de los de ahora, a otros que pronto tirarán los ideales con los que se apoyaron para subir, y se dedicarán a hacer lo que cualquiera haría: asegurar la supervivencia propia y de su descendencia, de los suyos. Pronto pondrán a amigos en lugares claves, pues actúan de la manera más lógica, confiar sólo en los confiables, confiar en el amigo porque es amigo, porque es leal, no porque sea el más adecuado sino porque permitirá mi supervivencia en una simbiosis sin igual.

En busca de la felicidad

Dicen que todos los sistemas humanos, desde la economía más comunista, hasta la política más anárquica, pasando por el protoneoliberalismo o el nombre que quieran darle, eso no importa, todos los sistemas van a colapsar si no cambiamos a quien de verdad importa: el ser humano. Esto es verdadero pues quien da vida a cualquier orden mundial, a cualquier organización, a cualquier sociedad son esos pedacitos de carne y células vivientes, animados por un big bang o un soplo divino, los dos igual de inexplicables, pedacitos de mugre e ideas que se pelean, que gritan, que cantan, que se divierten, que viven. Sin ellos no habría socialismo y sin ellos tampoco habría capitalismo, no existiría la oligarquía ni la plutocracia, no existiría la vida comunal bosquimana ni el desenvolvimiento de tribus perredistas. En suma, lo más importante para cualquier ideología de derecha, de izquierda, de centro, de arriba o de abajo es el hombre porque es él el que lleva a cabo las acciones y si es él el que está enfermo, necesariamente se contagiara todo lo que toque... así como el rey Midas.


Viktor Frankl puso un rayito de luz en la obscuridad... (fuente: tecnología.hondublogs.com)

Viktor Frankl propone algo muy interesante en su famoso libro "El hombre en busca de sentido". Nos avisa que aún cuando todo se cierra ante ti, puedes seguir viviendo, puedes seguir luchando si consigues aferrarte a un hato de verdad, a una hebra que aunque carezca de sentido para todos los demás a ti te dote de esa capacidad de seguir viviendo, entendiendo vivir no sólo como estar en contacto con la realidad a través de los sentidos, sino transformar dicha realidad en los pensamientos, jugar con ella, crearla, recrearla, acción, que pasen cosas, que el mundo se mueva y siga girando. La propuesta de Viktor Frankl cae como un balde de agua fresca dentro de la pulverización de la vida del ser humano que realizó involuntariamente la escuela del buen Sartre.



Sartre, inquieto como todos los hombres intelectuales y movidos por esa cosquilla de la libertad, concibió un pensamiento que a todos agradó: el hombre no está predeterminado por nadie (o sea, Dios no lo inventó y por lo tanto no lo precargó con sistemas operativos para que procediera a adorarle; o bien el hombre no existe para servir a otro, porque así está dictado por sus genes: el hombre, dice Sartre, es libre) y es en el transcurso de la vida (esa de la que ya hablamos líneas atrás) como encuentra un sentido, es realizando acciones como encuentra lo que realmente es. Sartre nos da una bella definición de libertad: no estamos llamados a hacer nada más que lo que nosotros podamos hacer. Y con ello, con la desvinculación de Dios, con la emancipación de la responsabilidad (porque no hay leyes ni reglas ni conductas que nos obliguen a hacer nada que no queramos hacer) una juventud agitada y convulsa por la sangre y el terror de la Segunda Guerra Mundial, su periodo de entreguerras pervio, su Primera Guerra Mundial y miles de siglos que le antecedió lleno de batallas y de desgarres sociales vio en Sartre al mesías que los liberaba, que los dejaba ser lo que quisieran ser (se hace camino al andar). Pero como suele suceder, no estaban preparados para encontrar un sentido, una verdad, un pedacito de misticismo con el cual conducir sus vidas y cada quien, de la forma más democrática, agarró camino hacia donde sus instintos los llevaban, porque aunque Sartre diga que no estamos precondicionados con nada, existen esas sustancias químicas que en todo cuerpo se aseguran que éste no pierda los lineamientos básicos: la supervivencia. (Fuente de la foto: red Voltaire)

(Como vemos, la aportación de Viktor Frankl fue un balde de agua fresca porque nos da la oportunidad de buscar algo que nos haga creer que seguir viviendo tiene sentido...)


Ser hippie era bueno, pero había que comer... (fuente: Mantrarock.wordpress.com)

Y así durante décadas, los pueblos suprimidos por el "moralismo" y la impía sociedad que no les dejaba disfrutar la vida como ellos querían se veían liberados por Sartre y su pensamiento. El niño que se peinaba con goma de raya a un lado, se limpiaba y se mostraba presentable para estar en su sociedad de pronto sintió que podía tener más flojos los zapatos y de un momento a otro ya estaba cantando "With a little help of my friends", menenado la cabeza y contoneándose al lado de una damisela en Woodstock, liberados los dos de olores de perfumes, de la prisión de las ropas, sintiendo la libertad del viento ("The answer is blowing in the wind, remember?") y sin saber cómo ni porqué ya tenían cuatro chamacos que disfrutaban de las bondades del mundo, como en los primeros años de la libertad del mundo, como esos bosquimanos que viven tan felices. Gracias Sartre.

Pero esos niños crecieron, y sus padres no les enseñaron otra cosa más que sé tú mismo. Bonito se escucha pero de poco sirve cuando te enfrentas a un mundo cambiado por personas que no escucharon del todo a Sartre, pero que ya sabían, por la sabiduría engendrada de generación en generación que las reglas se habían hecho para romperse, claro siempre y cuando al final de la línea hubiera más dinero del que ya habían amasado. Piratas árabes se hacían de los tesoros del seno de sus tierras, el cambio de régimen después de la Segunda Guerra había traído a juniors que convirtieron al dólar en el nuevo dios y habían logrado sus fortunas en la convulsión, por lo tanto, como buenos simios, sabían que para mantener su estatus, la convulsión debía ser perenne y desarrollaron los derivados (que ya existían, pero los desarrollaron hasta alcanzar sus características actuales) para mantener fortunas y crearlas y aumentarlas en la turbulencia, claro que si ya no había turbulencia, ya no servirían mucho esos inventos.


Los muchachos de los setentas (Fuente: lds.org.ar)

Claro está que no tuvieron problemas con mantener dichas condiciones de inestabilidad que estabilizaban sus carteras, pues los sesentas mostraron movimientos sociales de afroamericanos, por un lado, de vietnamitas, de Guerra Fría, de Gandhi, de Fidel Castro y cuando esto parecía derrumbarse llegó 1970 con sus crisis financieras, embargos petroleros, y este era el panorama al que se enfrentaban los ciudadanos del mundo aleccionados por las enseñanzas de Sartre y compañía. ¡Se imaginan lo que es enfrentar un mundo con una concepción de que estamos hechos para ser lo que queramos ser, cuando ese mundo nos da a entender que efectivamente existen las reglas, las líneas, los caminos trazados! ¿Qué pensaría un chico que se enfrentaba a un mundo así? Le quedaban tres opciones: enfrentar las terribles y engañosas olas del capitalismo andante; convertirse en delincuente, en pirata (así mantenía "su libertad" pues iba en contra de las reglas y entraba al comercio, se hacía rico y si todo salía bien moriría viejo y desolado con el alma destrozado e infeliz, pero libre); o podía mantener sus ideales y darse cuenta que el nihilismo es algo más que "la vida no vale nada".



Los que se decidieron por enfrentar a los mercados se convirtieron pronto en exitosos hombres y mujeres (algunos conocidos como yuppies, otros simplemente conocidos como el nerd Gates o Stevie Jobs); los que se fueron por el segundo camino se convirtieron en un Carlitos Brigante, Paul Jung o un Tony Montana cualquiera; los terceros seguramente quedaron enterrados en algún asilo mental, viviendo en una camioneta, o vaya usted a saber qué fue de ellos (si saben avisen). Total que todos eran algo, según la concepción de Sartre, todos tomaron caminos pero a todos les faltaba ese algo para seguir siendo hombres, a todos les faltaba la chispa adecuada, les faltaba creer en algo más allá de sus trabajos, de sus joyas, de sus automóviles... y ahí es donde se dieron cuenta que no eran tan felices como parecían, y lo que es peor, no supieron cómo hacer para que sus hijos aprendieran a ser felices.

(Fuente de la foto: janeheller.mlblogs.com)

¿Cómo buscamos la felicidad? ¿A través de las enseñanzas de la liberad? ¿Rompiendo las reglas a lo tonto? A mí me parece que podemos empezar por saludar a cualquiera que se nos cruce por la calle o subiendo al microbus o al metro. Podemos empezar por dejar pasar al otro automovilista, en lugar de aventarle el coche. Podemos empezar por creer que nosotros no vamos en primer lugar. Podemos empezar por dejar de decir "es un pinche empresario del PAN o es un pinche corrupto del PRI o es un pinche naco del PRD". Podemos empezar por no celebrar las cochinadas que hacen nuestros amigos. Podemos empezar por no emborracharnos. Podemos empezar por sonreír todo el tiempo. Es un reto, es difícil pero saben qué, realmente se siente bien hacerlo y la recompensa te hace sentir realmente feliz...

lunes, 22 de junio de 2009

El monte

El pequeño hombre al que todos temían subió con dificultad la última estepa del gran monte que vio desde aquella colina, su colina desde la que le habló a tantos. Recordaba que había gritado, que había gastado millones de pequeñas gotas de saliva en tratar de contagiarlo con sus pensamientos. Todo fue en vano. Ahora estaba en el monte que ayer se levantaba ante él como el último reducto de lo impensable. Ahí (le había dicho el susurro que trastocaba todas las noches sus ideas) ahí era donde debía gritar tan fuerte que nadie lo escuchara.

Estaba decepcionado de todos. Creó formas llanas de compartir su iluminación, formas invertebradas, formas espectaculares, creó cuentos, cantó canciones, los aporreó pero todos estaban adheridos a una vórtice que los arrastraba hacia el odio y la autodestrucción y mientras más les repetía sus visiones y sus mundos y sus errores, sus conclusiones y sus soluciones, mientras más se los repetía, más lo aislaban porque ninguno quería escuchar trozos de espejos que en lo profundo mostraban su cara distorsionada y verdadera. Y con esos pensamientos clavándosele en la cabeza siguió el último camino hacia la salvación de todos.

Las risas, las mofas, la indiferencia, el sinsabor, la falsa libertad, el egoísmo, el cinismo, las burlas, los silencios perniciosos, las muecas, el engaño, los celos, el egoísmo, el egoísmo, el egoísmo, cada uno de ellos se clavaban como espinas en su cráneo que sudaba y arrojaba lejos de sí gotas de sangre como quien no quiere ensuciar su cuerpo.

De pronto, los ojos inyectados con rabia, miles de sonrisas cargadas con prepotencia, con autoritarismo, cientos las manos que agolpaban a los demás para abrirse injustamente camino, la confusión, las ganas de llorar de muchos, las ganas de gritar de todos por quedarse con el único grumo de poder y que al no tenerlo esgrimían berrinches titánicos y apocalípticos que hacían palidecer a las yerbas y a los montes y al sol lo obligaban a esconderse detrás de nubarrones, todas las imágenes de cientos de personas que vivían por sobrevivir ad aeternitas entre escombros y basuras, todos ellos cayeron sobre el pobre hombre, destrozando sus hombros, haciéndole sudar sangre, haciéndole gritar sin fuerzas.

Y mientras más cargaba, el murmullo que lo alentaba soplaba sobre sus tiernas barbas llenas de cebo y desolación y le allegaba a la brisa y le salpicaba gotitas de agua fresca para que no quitara sus ojos de la punta de aquél monte. Los gritos odiosos, las amenazas, las risotadas, todos le desgarraban los cueros, le marcaban cientos de líneas en las carnes, pero el susurro le hacía no claudicar. Pero el peso era impensable. El odio era mucho. El poder finalmente había logrado carcomer la mente de sus hermanos y hermanas y ahora seguramente estaban en algún lugar ultrajándose unos a otros, olvidándose que los demás eran ellos mismos.

El peso era entonces impensable y el hombre cayó al suelo que lo abrazó con fuerza para no dejarlo levantar nunca. El lodo lo envolvió. La muerte lo apretaba queriendo liberarlo, pero era demasiado pronto. La voz le ordenaba que avanzara, que siguiera, que se arrastrara y así lo hacía, dejando jirones de piel mezclados con la arcilla impía, dejando estelas de sangre que borraban las maldiciones de bellacos y rameras, sirviendo con sus células a la tierra que reclamaba agua en la aridez que quebraba con crueldad cada rescoldo de esperanza. La voz le ordenaba avanzar, la voces caóticas lo presionaban, lo asfixiaban pero el oxígeno de la vocecilla era suficiente, era dulce en el mar de bilis que sus labios probaban reclamando la sed que le quemaba las entrañas y los huesos se le quebraban con cada movimiento, con cada roca que dejaba atrás.

El hombre se había convertido en reptil, en una serpiente, en una babosa que dejaba su rastro de sangre y certidumbre y tierra fértil que era rápidamente tragada por la tierra que estaba ávida de vida, de sol, de calma, de eternidad. La criatura se arrostraba, sus extremidades quedaban salpicadas aquí, allá, entre matorrales, entre cuevas, entre angustias, entre corazones desolados... y finalmente una mancha alcanzaba el cenit, una mancha amorfa, un cuerpo desmembrado, un hombre que ya no era hombre, un ser decorazonado, sacrificado, elegido, ensanchado, iluminado, vituperado... pero feliz, feliz descansaba, feliz de haber llegado al clímax de su vida, feliz de haber enseñado a unas cuantas liendres el verdadero camino, su cuerpo descansaba, el odio se anegaba, la desesperanza se henchía con un baño de agua caliente, el vacío se llenaba con pinturas y juegos y canciones y ojos y colores y canciones y colores, y a lo lejos quedaba la maleza esparcida, queriendo comer su rastro, para alimentarse y desaparecer.

¿Esa era la felicidad? Sí, esa era. No sentía que volaba, pero descansaba, tranquilidad absoluta, no había miedo, no había sonrisas, no había éxtasis, no había pasión, no había latidos, nada, no había pensamientos, nada, paz, paz y un olor a agua, un sentimiento a nada, una luz con colores jamás vistos y sonidos mezclados y jamás escuchados (Vivaldi vivía). Lo había conseguido. Estaba en paz consigo; ahora que los demás sigan su rastro si es que quieren...


Sale con esta gente

Sólo necesitaban de un "buen periodista", de esos que son objetivos e inobjetables para justificar las acciones de alguien que no debería ya ni siquiera estar en la escena. Hace un par de días leí la columna del famoso columnista Riva Palacios. ¿De qué hablaba? De López Obrador (ya chole con López Obrador, pero dirán los que están enamorados de él o los que aún le pueden sacar jugo$a$ ventajas, tiene que seguir en la mira nacional porque su movimiento sigue vivo o porque sigue marcando los derroteros de todos los políticos). Y lo importante, lo que podemos entresacar de sus "sabias" conjeturas, es que Andrés no es un político, es más una especie de "imán iraní". ¿Qué quiere decir esto? Simple. Manuel no busca forjar alianzas, más bien:

"es un personaje carismático que persuade audiencias absolutamente heterogéneas. Lo han admirado desde pobres hasta millonarios -como los empresarios Carlos Slim o Lorenzo Zambrano (nota personal: lo admiran por conveniencia porque aún puede ostentar el poder y como buenos comerciantes hay que quedar bien con todos, no lo admiran por su linda carita)-. Lo han respaldado desde los menos educados, hasta los más ilustrados -De la Fuente no es sino parte de un coro de intelectuales y pensadores que jugaron con él hasta el final (segunda nota personal: claro, y el problema en México es que los intelectuales no piensan)-. Ha convencido a los más demócratas sin ser un demócrata (tercera nota personal: ¿hay alguien en México realmente demócrata?) y buscando el bien común a través de prácticas absolutistas (Cuarta nota personal: se ve que Raymundo Riva Palacio incluyó estas líneas como mera estética porque nadie con las características de Manuel buscan el bien común, el bien común lo busca la gente que no busca el poder, se le fue a Ray), con una carta blanca absoluta de sus seguidores".


Y entonces, después de culminar su radiografía sobre el susodicho (que no es político pero responde a las características del cacique político de los años cuarenta, curiosamente) viene la batahola de comentarios de fervientes admiradores que ven en las palabras de Ray la iluminación para justificar el proceder de su prócer. Y unos dicen "Cierto, no es fácil, por eso los maniqueos que no lo bajan de populista no han podido desaparecerlo", y otros salen con su burrada "Una explicación más sencilla de por qué lo siguen y lo odian: Simplemente realizó un gobierno exitoso en el D.F., comenzó a aplicar las políticas sociales que verdaderamente necesita el país" y continuaban en sus intenciones por equilibrar su disonancia cognoscitiva con comentarios como "SI UN PARTIDO ME DA EMPLEO, A MI Y A MIS HIJOS, ME DA SERVICIOS DE SALUD(DESDE CONSULTA, MEDICINAS, LABORATORIO, RX, HOSPITAL, ETC.)PARA TODA MI FAMILIA. Y A MIS SUEGROS, PADRES, E INCLUSO CUÑADOS DISCAPACITADOS LES DA $DINERO$, COMO SEA, QUE NADIE LES DA(NI SIQUIERA SUS HIJOS)MI FAMILIA Y YO VOTAMOS POR ÉL SEA DEL COLOR QUE SEA (quinta nota personal: es obvio que cuando el pan o el pri realizan también sus procedimientos para ganar los votos, entonces sí la gente dice que le están copiando al peje y eso está mal y no van a votar por ellos y si no me creen lean el siguiente comentario)", "Por eso Peña Nieto le copió enseguida y por eso despertó envidias entre aquellos que se ostentan como la vanguardia: la derecha anquilosada (sexta nota personal: a los que están a favor de López les encanta usar palabras rimbombantes para no descuadrar con "intelectuales" de la talla de Monsiváis, C. Fuentes o Elenita)", y hay quienes están extasiados porque alguien con autoridad (raymundo) dijo que manuelito no era político y se sienten extasiados porque así ya no sienten culpa en el quererlo, ahora sí no aman platónicamente a un político, aman a un semidios caído de Omeyocan, a porque no puede ser del Olimpo, dejaríamos de ser mexicanos si no buscamos explicaciones aztecas (ojo, no otomíes, no zapotecas, no: ¡aztecas!).

Y yo lo único que puedo concluir es que "si peña nieto o el que sea copio o no la “brillante idea” de amlo (q no vino con la idea por sí mismo, todos los programas, construcciones, etcétera, son cosas que ya se han planificado desde antes e incluso fraguados desde comités internacionales) ¿qué tiene de malo? ¿no se trata de lograr el bien para todos?

Parece que de lo q se trata es de descalificar a unos y enaltecer a otros y no, de eso NO se trata. Se trata de que todos estamos en el mismo barco y hay que tomar lo mejor de cada uno de nosotros para el bien de todos, no sólo del mío y de mi familia y ya, sino de un bien colectivo, tomando en cuenta nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestro espíritu, nuestra sociedad y nuestro medio ambiente. Esa mentalidad de descalificarnos, de ver a pobres y ricos, de pensar que un político (AMLO) es la solución, es la que nos tiene a todos, como sociedad y como mundo, contra el suelo y la que nos mantiene en la mediocridad.

Si los ricos se dieran cuenta de que tienen que pagar buenos sueldos para que los empleados accedan a los productos que a su vez mantendrán como ricos a los ricos, todos saldrían ganando, pero no, hay que joderse al de al lado, y si los pobres se dieran cuenta de que no es con guerras (séptima nota personal: aquí debemos ver que hay muchos que se están creyendo la estupidez de la sociedad cíclica que cada 100 años se levanta en armas para destronar a los malditos ricos, estúpido pensamiento) como se va a salir adelante, no es odiando al rico, no es odiando al que tiene más, sino trabajando, superándose, viendo siempre hacia adelante y no arrastrando rencores por fracasos que producimos nosotros mismo, entonces la sociedad olvidaría su egoísmo, ese egoísmo en el que caímos al buscar la libertad y saldríamos adelante… pero creo q ustedes (octava nota personal: los que creen en el yo, después yo, y al final yo, los que ven en el peje al salvador y no ven en sus manos la solución, los que creen que se trata de enlodarse en dinero hasta la nuez) nunca entenderán esto…

domingo, 21 de junio de 2009

A temblar

Y de un momento a otro, todos los partidos políticos unieron sus esfuerzos para contraatacar la campaña del voto blanco, esgrimiendo argumentos que van desde complots de ultraderechistas que quieren desinflar a la "oposición" para perpetuarse hasta el clásico "yo no voy a ser como los demás". Pocos (muy pocos) aún les creen y sin embargo sigue sorprendiendo que haya personas que lo hacen de corazón, con inocencia, que aún creen que existen políticos honestos que quieren un sitio en el congreso (sí, con minúscula, ni modos, se lo han ganado) para velar por sus intereses.

El resto de la gente ya sabe que TODOS son iguales, y aunque haya quien piensa que el anterior es un argumento que carece de fuerza, es verdadero, aquél que se inicia en la política es para escalar rápido, ganar mucho dinero y todo bajo el precio de sus escrúpulos y su honradez. Y mucha gente, siguiendo la vertiente de la democracia moderna que funda todo en la libertad de elegir lo que beneficia a cada quien (egoístamente, sin pensar en el otro, mientras aquél candidato me dé a mí una migaja más, estaré con él hasta la muerta, mientras me enseñe que está a favor de la lucha, por lo menos de "dientes pa' fuera" le doy hasta los calzones) ha decidido jugar el juego de la democracia a su modo, dándoles un revés a los partidos, anulando su voto.

Porque una cosa es clara, irán a las urnas, se presentarán ahí y les dirán a los partidos políticos (sí a esos que están a favor del aborto pero en contra de la pena de muerte, o viceversa, o lo mismo pero más barato, y que pretenden "vender" sus propuestas a cambio de votos para mantenerse en la perpetua, sin darse cuenta que la mejor manera de su situación sea perenne es cumpliendo su palabra y ofreciendo bienestar a todos, para que a su vez se les regrese un poco de ese bienestar y la rueca gire ad aeternitas) no nos convencen, ninguno de ustedes tiene los tamaños para gobernarnos, hoy les damos una bofetada con guante blanco y ustedes están temblando por eso.

Es un fenómeno muy interesante, imaginemos que una gran proporción del electorado vota en blanco, que el 60 o el 70 por ciento dice, ustedes NO me representan, ¿qué ocurrirá después? ¿Qué pasará con los partidos políticos, o más bien dicho, a quiénes representarán los partidos políticos? Si lo anterior sucediera querría decir que la gran mayoría de los mexicanos NO estarían representados, que una minoría estaría formando el congreso (otra vez con minúsculas) y que la democracia, donde la mayoría decide, no estaría funcionando, porque la mayoría del pueblo no estaría representada, y no tendríamos por qué aceptar ninguna reforma que se hiciera pues ninguno estaría representado y se daría un fenómeno intersantísimo y digno de verse en las democracias: ¿y qué si nosotros, el pueblo, el que tiene el poder, queremos otra cosa?

Pero entonces algo nos estaría uniendo: la no-representatividad, y al no estar formando parte indirectamente del gobierno, no tendríamos por qué pagar los sueldos de nuestros empleados, porque no tendríamos empleados a quién pagarles, por lo que resultaría absurdo pagar impuestos hasta no encontrar al empleado ideal a quien pagar. Y entonces sí, la cosa se pondría aún más interesante y el pueblo, ese que pidió el voto nulo tendrá que organizarse para presionar con más fuerza a los empleados de los partidos políticos para que hagan lo que deben hacer y se den cuenta que no se trata de vender licitaciones o de quedarse con un pedazo del pastel sino rolar los beneficios para que todos ganemos.

Concluyo que si una gran parte del electorado vota por la anulación, estará enviando un gran mensaje a la clase política, cuyos efectos ya se están viendo en las respuestas de ésta, pero se necesita de un orden milimétrico para que esta posibilidad de tener "el sartén por el mango" no se convierta en un "ya merito", en una pifia o en algo que siempre recordaremos con gusto y con vanagloria propia pero que jamás llegó a ver sus últimas consecuencias, las cuales ninguno de nosotros es capaz de vislumbrar verdaderamente.

jpcg

miércoles, 20 de mayo de 2009

Perspectivas del futuro 2

Creo, creo, creo que no está mal el sistema, lo que está mal es el ser humano... ¡chale! ¿Qué hacer entonces? Normalmente echaría en este momento algún discursillo tedioso sobre el egoísmo del ser humano. No lo haré.

Obviamente parece no importar mucho qué va a pasar en el futuro. Lo importante es el aquí y el ahora, el sentirnos bien por diez segundos... por lo demás no sabemos si seguiremos vivos ¿no?

Así que a divertirnos, a sacar los instintos, ojalá anunciaran que es el fin del mundo, así no habría culpas; ojalá estuviéramos seguros que Dios se fue hace tiempo, que realmente lo matamos, así no habría hipocresías y realmente seríamos felices...

El humano no ha cambiado, no es que antes la gente fuera más centrada, simplemente ahora somos más y nos hemos quitado las correas que sujetaban nuestras ambiciones, que nos convertían en seres racionales y que no nos dejaban ser animales que actúan para sobrevivir, aunque ya lo hayamos hecho.

Adiós a las ataduras que nos obligaban a caminar por una línea trazada seguramente por tiranos que querían el poder. Ahora el poder lo podemos tener todos. Al diablo las líneas, al diablo los camino, al diablo todos, porque él es verdaderamente libre; él no quiso seguir los dictámenes de un Dios que quería que lo alabaran.

El diablo es el primer ser verdaderamente libre y como tal deberíamos tender a él, deberíamos disfrutar del poder, el poder de tener una camioneta y aventarle el armastrote al primer ser que se nos cruce; el poder de tener doscientos caballos de fuerza y matarnos estampados en cualquier distribuidor; el poder de pudrir el mundo a cambio de millones que ya no sabremos dónde guardarlos, a cambio de obtener más poder que ya no sabemos utilizar, sólo para sobrevivir, seguir en la punta que no existe; el poder de cogernos entre todos; el poder de ser libres, disfrutar de los vientos del egoísmo, de la ambición...

¡Bendito poder que se ha democratizado, y ahora todos podemos hacer lo que se nos antoje! Gracias libertad, ya te extrañaban en siglos pasados, pero nuestros abuelos se retuercen en sus tumbas no porque devastemos la vida, sino porque ellos no pudieron hacerlo.

Hay que pensar ahora más con el corazón, así las dictaduras de la mente quedarán relegadas a meros espejismos, a fábulas que nos recuerdan lo que no debemos ser, lo que debemos evitar. Finalmente descubrimos que somos aire, somos moléculas que viven para rebotar en todos lados.

¡Eso es la felicidad! Al diablo la moralidad y las "buenas costumbres" que sólo cubren y enmascaran nuestros verdaderos deseos. Al diablo Siddharta, al diablo Jesús, al diablo Lennon. Pusilánimes que querían que nos amáramos, que evitáramos el deseo, que el mundo fuera diferente... pero que sobajáramos la cabeza, que respetáramos al de arriba... no más.

No más, ahora somos libres...

domingo, 29 de marzo de 2009

Perspectivas del futuro

Esta es la última parte del ensayo que entregaré el miércoles. Creo que es poco académico, pero no puedo evitarlo. Eso sí, tiene una alta carga de lo que pienso y lo que creo.

Entonces, las monedas se unen, los bancos se centralizan con el poder del Estado, diversificando las marcas. En este punto es interesante recalcar los sucesos franceses, en donde extrañamente desde que Sarkozy llegó al poder, los asaltos, las huelgas y los secuestros han aumentado. Extrañamente desde que llegó Sarkozy, en México aparecen una francesa ligada con secuestradores (diversificación mercadotécnica del negocio del narco), después un “doctor” francés es ejecutado y más tarde una pareja de franceses son muertos en un microbús. ¿Coincidencia? Creo que está muy ojona pa’ paloma. Mi hipótesis es que la mafia narcótica francesa subió al poder junto a Sarkozy y está tratando de entrar a México. Pero lo interesante de esto es que la mafia ya penetró (o ya se evidenció terriblemente) en las altas cúpulas. Ya no son los sobornos, ya controlan las cosas. Ya no temen al gobierno, porque ellos son el gobierno, y si son el gobierno entonces están centralizando el dinero y entonces sí, entonces sí…

Esa es la perspectiva hacia el futuro, un capitalismo centrado nuevamente en la producción, una repartición de la riqueza para que la máquina siga girando, unas monedas y economías cada vez más fusionadas, producción sectorializada y por lo que se puede ver los bienes mundiales (agua, energéticos y alimentos) privatizados. Yo votaría por que los Estados realmente se dedicaran a proteger a los civiles, a garantizar energía, salud, agua y alimentos, que estos fueran “gratuitos”, previo pago de impuestos. De esta forma la producción carecería de un costo fuerte como lo es los energéticos y por lo tanto se abarataría un poco más. Pero lo que es esencial es cambiar la forma de ser de cada uno. Debemos ser menos egoístas, pensar más en el otro, no sólo en nuestros semejantes, pensar más en el planeta en el que vivimos, pensar más en los ecosistemas, pensar en las personas, olvidar un poco el mal entendido concepto de libertad que sólo nos vuelve egoístas y al final nos relega de los demás. Quizás entonces aparecerá una especie de comunismo, no centrado en estar iguales pero maltrechos, no centrado en la maquinaria, en pensar todos igual, en el concreto y el pragmatismo de sus construcciones, que son elocuentes y reflejan el vivir de una sociedad. Un comunismo real, donde no hagamos a los demás lo que no queremos que nos hagan, sino hacerles lo que es justo que reciban, tratarlos como merecen ser tratados, utilizar más el sentido común y volvernos más abiertos a los sentimientos de otros, a los pensamientos de otros, no creer que la sola verdad está en cómo lo decimos nosotros, no pensar que el mundo gira a nuestro alrededor, no ser descuidados e irresponsables con la vida y con el con que de que quiero ser libre, fumo, tomo, me inyecto, inhalo, fornico y al final los únicos que crecen son los narcotraficantes, los pederastas, los tratantes de blancas, que ven un público insatisfecho, que ansía romper las reglas, que ansía poder estar en los brazos de una niñita, que ansía fumar de la verde, que ansía que no le digan qué hacer pero que no sabe qué hacer y lo que hace, lo hace mal.

Si no cambiamos nosotros, no importa qué sistema económico venga, no importa que venga otro Mesías, no importa que haya otro holocausto, no importa que venga un Batman, no importa que todos seamos ricos, no importa que el mundo se levante en un pináculo de gloria, porque todo volverá a derrumbarse, y no venimos a este mundo a derrumbarnos sino a demostrarle al universo que vale la pena vivir, y que aunque aún somos unos cavernícolas, podemos llegar a ser cavernícolas que han logrado sobrepasar el instinto de supervivencia y que pueden llevar a cabo la misión que les dieron hace mucho tiempo: cuidar al planeta y cuidarse los unos a los otros.

lunes, 23 de marzo de 2009

Crisis bancaria: hacia una reestructuración de las finanzas mundiales

La increíble adaptabilidad de los bancos


Una cosa es muy segura, ni el capitalismo va a dejar de existir ni los bancos van a desaparecer. Los bancos son una de esas raras instituciones que no respetan sexo, edad, religión, creencias ideológicas o marca preferida de pasta dental. Son universales, pues el dinero es universal. La única manera en que éstos pueden desaparecer es si alguien diferente inventa otra cosa que haga la misma función que las monedas y el dinero, y que no se parezca lo que ya haya inventado la banca mundial.

Cuenta la leyenda que fueron los Templarios quienes inventaron el sistema de bancos al tener sedes tanto en Occidente como en Oriente, de tal forma que los viajeros que querían cruzar hacia cualquiera de las dos direcciones con tal de no ser atracados en el camino, depositaban sus bienes en las manos de los Caballeros, recibían un papel signado y al llegar a su destino podían recuperar lo que habían salvaguardado, claro, previo pago de los honorarios correspondientes. Hay quienes aseveran que incluso los bancos existieron mucho, mucho antes, ubicando su aparición en el siglo IV A. C., en algunas polis griegas, y cuya función principal era ser bancos públicos que realizaban operaciones equivalentes a lo que hoy sería el crédito y el cambio, que recaudaban impuestos y acuñaban monedas. Incluso están los clásicos que afirman que “el primer banco moderno fue fundado en Génova, Italia en el año 1406 y su nombre era Banco di San Giorgio”.

Esta información nos permite decir que por lo menos desde el siglo XIV, los bancos ya tenían una organización establecida y una función en la sociedad de aquellos años en los que el capitalismo aún no existía como tal, por lo tanto, podemos afirmar que los bancos no son inherentes al capitalismo, sino que son sólo una institución que ha crecido a lo largo de los años y que se ha adaptado a las inclemencias de sus tiempos, de tal suerte que incluso en una sociedad comunista como la de la URSS, existía un banco central que era el encargado de movilizar el capital acumulado por el Estados (porque quiéranlo o no, y ya lo decía Marx, para que exista el socialismo y luego el comunismo, primero debe existir algo que repartir y ello es el capital), un Estado que fungía como una gran empresa.

¿Qué hay de nuevo?

Y un buen día dejé de escribir. Así como así el tiempo me consumió, consumió el tiempo que tenía para poder dar vida a las letras que se me ocurrían y así como así tuve que empezar a trabajar en una ardua empresa que espero pronto dé frutos. Pero de todas formas siento que la sangre se me agolpa cada vez que quiero escribir y esas ganas batallan contra el cansancio que me produce tanto ajetreo en el día. Y hoy tengo a bien escribir un ensayo para una clase de tal forma que he pensado en incluirlo aquí para que no se me olvide que existe un blog, que existe una mente y un montón de historias que quieren salir y revolotear en la realidad para volver a anidarse en los pensamientos de quien tenga a bien leer. Después de tan breve introducción, debo agradecer a aquellos que aún recuerdan este polvoroso blog, y se dan sus vueltas de vez en vez. Un saludo y gracias...

Introducción al meollo del asunto

Y un día el cuento de hadas terminó, y los medios masivos de comunicación gritaron ¡Crisis!, y todo el mundo se lo creyó, lo palpó y lo vivió, incluso aquellos que hacía decenas de años vivían en un delirante sube y baja que siempre les prometía la tranquilidad (ya no digamos la riqueza infinita) a un pelo pero que siempre tenían que nadar para llegar a ella, y que se acostumbraron tanto a esa crisis que ahora creen que esta otra Crisis es de respetarse… y lo es.

Y surgió entonces la pregunta que a todos nos tiene en vilo: ¿qué va a pasar? ¿El futuro es halagüeño? ¿En dónde fallaron los publicistas que ya no nos prometen mundos hermosos, paradisíacos y sentimentales? ¿A dónde se fue Spielberg para que nos encante con un cuento? ¿Por qué nos han dejado solos? ¿A dónde vamos? ¿A dónde íbamos? ¿Quién tiene la razón? ¿El Socialismo fracasó, el Capitalismo se avería? ¿Qué va a ocurrir?

Existen voces que han aclamado la caída del capitalismo con gélida felicidad. Son las voces de los viejos, los antiguos que alguna vez fueron seducidos por una tendenciosa visión del comunismo-socialismo que pregonaba igualdad entre todos con base en la muerte de los ricos y el fácil esparcimiento de sus riquezas. Así vivieron, convencidos por voces de sirenas que prometían despojar al rico para repartir las migajas (mientras que el despojador se quedaba con todo). Así vivieron, felices y belicosos, contestatarios para algunos, irreverentes para todos, renegando de lo establecido, irrespetuosos de las tradiciones, vituperando a la Iglesia, porque ella es la madre de todos los vicios, decían, y sus hijos son los burgueses (¡malditos burgueses! ¿Por qué no puedo ser yo el odiado, el despilfarrador, el que lo tiene todo? ¿Por qué no puedo vivir un día en el abismo del placer?).

De pronto, llegó el año de 1988 y la caída estrepitosa del ruso se escuchó lentamente, irrefutablemente, irremediablemente, y los creyentes dejaron de creer, y sintieron un vuelco en el corazón, una lágrima en la sonrisa; de pronto, así como así, todo por lo que habían peleado caía, se desintegraba, se desvanecía. Huérfanos. Marx murió. Muchos huyeron hacia escondites Latinoamericanos en donde un grupo de vivillos tomó la sangre de Carl y la enmoheció con disparates y con populismos. Pero algo bueno había: les daba una nueva razón de ser… y ahí se escondieron muchos, tras las palabras de ratones que sólo buscaban lo que todos los seres de este mundo quieren: sobrevivir, y que llevaron hasta las más terribles consecuencias aquello que nos diferencia del resto: la ambición. Pero otros fanáticos del marxismo simplemente decidieron aceptar la realidad y esperar a que el Mesías regresará después de tres días, tres años, tres siglos, lo que fuera. Esconderse y esperar.

Esperaron cinco, diez, quince, veinte años y finalmente la predicción se hizo realidad, los neoliberales caían ante lo que todos los grandes imperios han caído, la codicia, el cinismo desenfrenado, la ambición desmedida. Los fragmentos de sus sueños encontraron la muerte en sus propios sueños (como las pompas de jabón que crecen y crecen y llegan a un momento en que su fragilidad se hace evidente ante cualquier pedazo de viento que, ajeno a los movimientos de los hombres, sigue el curso natural trazado por Dios hace milenios y entonces la rompe, porque así es la vida, un continuo hacer y deshacer, hacer y deshacer). Los que veinte años atrás levantaban las trompas, tiraban los muros, rociaban las calles con pétalos de rosas y papas de McDonalds, los que se encandilaban con la derrota del oso feroz, y se cubrían con su piel y se emborrachaban con su sangre, los que crearon un mundo a su medida, ahora caían. Y los viejos marxistas fueron felices: el capitalismo ha muerto. “Carl, tenías razón”.