lunes, 18 de junio de 2007

Keira esta flaca...




El jueves pasado decidí dar un paseo para refrescar mis neuronas. Lo único que obtuve a cambio, además de un fuerte dolor de pies --llegar de Galerías Insurgentes hasta Plaza Universidad, de ida y vuelta, en 30 minutos, resulta para mí toda una proeza que Rosita, nuestra veloz ancianita, fácilmente podría destrozar (la verdad es que no recuerdo el nombre de la viejita que hace unos años apantalló a todos los medios corriendo en las competencias)-- y de unos ojos impregnados de toda la contaminación que hay en la calle de Parroquia, fue ver a Keira Knightley cada vez más flaca.

Ella dice que no, que no está anoréxica, que son los medios (malditos medios) véase industria cinematográfica de Hollywood, los que le imponen una complexión para poder salir a cuadro. Pa' saber, y mientras que son anoréxicas o son víctimas de los empresarios sedientos del elilxir ominoso de los mugrosos dólares --malditos dólares, tan lejos de dios y tan cerca de todos nosotros, ¡¡¡¡jo jo jo!!!!-- lo único que me hizo pensar ver a Keira casi en los huesos --ni tanto, ni tanto-- es que estoy muy contento de vivir en la ciudad de México.

¿Por qué? Porque mientras veía la revista bien quitado de la pena, pasó una orda de seres al lado mío y al más puro estilo de la Mercé me hicieron a un lado con un empujón. Pensandolo bien, por lo menos en la Mercé te avisan con el clásico "ahí va el golpe joven..." y toda la letanía que quieran ustedes adjudicarle. Pero en este caso no fue así, no más pasaron y sus prisas me hicieron a un lado. Entonces me sentí feliz de estar en la decadente --¿eterna y decadente? creo que siempre ha sido así-- ciudad de la desesperanzada esperanza.

Yo siempre he querido vivir en la Edad Media. Los castillos mugrosos y obscuros me cautivaban, las cruzadas valerosas, interesadas y lucrativas llamaban mi atención. En fin, el modus vivendi de los medievales me parecía fascinante. Ahora estoy contento, porque, haciendo sus ajustes obvios y necesarios, la ciudad de México --y todo México-- se encuentra estancada en un momento muy parecido a la Edad Media (Cfr., Juan Miralles, en Hernán Cortés, Vol. 1, Biblioteca ABC: protagonistas de la historia, en la página 58).

En la Edad Media...

...las calles estaban llenas de desquisiantes comerciantes y personas que querían llegar a donde tenían que llegar costase lo que costase. Igual en México.
...la mugre y la contaminación eran parte del paisaje urbano. Igual en México.
...la insalubridad estaba por todos lados. Igual en México, una cosa es que tengamos un estómago a prueba de todo y unos pulmones echos para respirar con muy poco oxígeno, y otra que no haya insalubridad.
...la gente era inculta, iletrada y sólo le gustaban los espectáculos burdos y callejeros. Igual en México.
...los guardias eran personas del pópulo, que al tener un poquito de autoridad cometía atropellos. Igual en México.
...los gobernantes, la nobleza y los reyes estaban en manos de un grupo llamado los comerciantes o burgueses, los cuales les daban dinero para mantener su falsa opulencia. Igual en México.
...había torneos para darle al pueblo diversión gratis (vean Corazón de Caballero si no me creen, ¡¡¡jo jo jo!!!). Igual en México.
...los pobladores se pelean por la tierra. Igual en México.
...la cultura está salvaguardada en manos de unos pocos. Igual en México.
...la gente era supersiticiosa. Igual en México, y si no, entonces cómo se explica el fenómeno Amira.
...las personas le daban mucha importancia a la prosapia. Igual en México, si mi tatarabuelo era extranjero (de Europa si no es mucha molestia) y de ojos claros, entonces me siento más importante.
...había pobreza hasta en la sopa, en algunos lugares, y en otros sobraba sopa. Igual en México.

Total que si alguna vez quise estar viviendo en la Edad Media, ahora me siento realmente satisfecho y sólo me queda disfrutar el momento. Mientras tanto yo sólo me pregunto, ¿por qué estará tan flaca mi Keira?

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