domingo, 13 de abril de 2008

La cara

Hace unos momentos dejé de fumar mi cigarrillo afuera de la ventana. Es verdad, es un mal que hay que erradicar y con la ayuda de nuestros gobernantes, dejarlo será más sencillo. Pero por lo pronto no puedo negar que lo hice. Miré la ciudad (el pedazo que se alcanza a ver desde la ventana) como siempre lo hago mientras me entran millones de toxinas al cuerpo. Por ahí mi hermano tiene la teoría de que gran parte de la obesidad tiene su fuente de origen en los billones de toxinas con las que entramos en contacto cada minuto. ¿Por qué? La grasa, entre otras propiedades benéficas, como lo es el almacenamiento de energía, también sirve como aislante entre la sangre y las toxinas. De aquí se desprende un silogismo sencillo que utiliza mi hermano para esgrimir su teoría: si la grasa sirve como aislante de las toxinas, y vivimos (nadamos podríamos decir) en un mar con toxinas cada vez más complejas, es lógico que el cuerpo quiera responder con más grasa. 

En fin, puede o no tener razón, pero a mí se me hace lógico, sin descartar que hay más razones por las que uno se pone panzón. Regresando a mi meditación, veía a los automóviles pasar y disfrutaba de la vista del viaducto semilleno (porque todos los días, incluso en sábado está lleno), del sol filtrado por miles de nubes producto de un norte (ironías de la vida, paradojas de nuestro tiempo, calor recio y un norte gélido que vienen a descontrolar hasta al más previsor), y un vientecillo frío aliviando el calor de mis cachetes. Recordé la plática de sobre mesa que tuvimos a penas una hora. Los recomendados y su importancia en la vida laboral de México.

Es verdad que lo que dicen es cierto. Vivimos en una sociedad y una sociedad se mueve con relaciones entre gente. Por lo tanto es entendible que los recomendados existan. No podemos satanizar una acción tan humana como escoger para el equipo de caza a aquél que nuestro compadre, nuestro amigo, nuestro socio, nuestro hermano o cualquier otro en quien depositamos cierta confianza (confianza que varía según la persona, tanto del que la da como de quien la goza) nos recomienda. De hecho el mundo se mueve con recomendaciones. Y no está mal. 

Lo bueno SERÍA que todos los recomendados tuvieran esa gran parte de RESPONSABILIDAD para con las dos partes, con los miembros del equipo que lo acoge y aquél que lo recomendó. Esa responsabilidad (que muchos la tienen, pero muchos no la tienen) es la que le va a permitir más adelante seguir cosechando más recomendaciones hasta llegar al éxito profesional o personal o los dos si así se quiere. 

Lo malo ES que muchos recomendados no tienen (ni entienden) esa RESPONSABILIDAD. Entonces es cuando nos fijamos en ellos (así somos, es también muy humano ver lo que está mal). Nos fijamos porque el hijo de no sé quien es director de no sé donde y es un completo inútil. O el compadre de fulano es secretario de sutano ministerio y sólo tiende a favorecer los minutos que tendrá para desempeñar su cargo. O el amigo de otro que le da un contrato para que construya casas, pero su poca RESPONSABILIDAD le hace edificar construcciones con materiales paupérrimos en calidad. Y lo peor es que casi todos los recomendados caen en este círculo vicioso que termina por fracturarlos a ellos mismos, a menos que hayan tenido la previsión de guardar su patrimonio en Suiza, y a veces ni así. 

¿Entonces? ¿Es bueno o malo ser recomendado? Creo que lo malo es que NO SOMOS RESPONSABLES y esa carencia de responsabilidad se deriva en un EGOISMO intrínseco que nos obliga a cerrarnos ante la situación de que TODOS DEPENDEMOS DE TODOS. La madre (rica o pobre) siempre buscará salvar a los suyos. Por eso tantos actos de corrupción, por eso tantos favoritismos que no llevan a nada, porque todos buscan un pedazo de algo para sobrevivir. Por eso somos TERCERMUNDISTAS, porque no tenemos la conciencia del otro y seguimos atorados en buscar la PROPIA supervivencia. Y los tercermundistas vienen desde EE. UU. hasta la Patagonia. NO TENEMOS LA INTELIGENCIA de pensar en los demás y eso nos tiene contra las cuerdas de la historia. 

Todo eso recordaba mientras el cigarrillo moría entre mis dedos y lanzaba su último aliento desde el humo que despedía mi boca y dejaba caer su cadáver carbonizado dejando atrás el filtro, que será entregado a la basura, pues contamina. Y de pronto, mientras veía caer el último trozo de tabaco a medio consumir, caí en cuenta de que en la calle, en el pavimento donde pasan los automóviles y miles de ciudadanos se debaten entre la supervivencia y el fútbol, noté que hay miles de grietas. ¿Qué tendría de particular? Nada, hasta que noté que las grietas formaban una cara. Me dejó pensativo dicha cara en el suelo. ¿Qué querrá decirme? Mientras lo sigo pensando, me quedo con la primera impresión: es una cara que escuchó mis pensamientos y por lo menos por un instante, no estuve solo y sé que no estoy loco. 

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