La gente sigue haciéndoles caso a los políticos por dos razones. La primera es por los medios, que se han metido al jueguito de los espurios políticos para acrecentar sus ventas (no hay que negarlo, son buenos empresarios, incluso los de la Jornada, ni modos). Y hablo de los dos tipos de medios que existen en el mundo o en México concretamente: los que están (aparentemente) alineados con el gobierno y los que están alineados con el gobierno-tumor que le ha crecido este país.
Le digo gobierno-tumor porque a Andrés y compañía, no les gusta trabajar y también le gusta "chupar" del erario; es decir, los primeros son unos parásitos convenidos entre todos (estúpidamente, pero en fin, la gente es estúpida por antonomasia), los segundos son unos parásitos convenidos por "supuestamente" la mayoría que ganó pero no ganó en el 2006.
La segunda forma en que las personas siguen con los políticos es por sus líderes (la gente nunca va a actuar por sí misma, son demasiado miedosos), quienes están vendidos a los políticos y aspiran a ser como ellos. Para muestra un botón: una de las Adelitas le responde a un reportero que con la defensa del petróleo, “Si no se privatiza el petróleo nos va a tocar un barril al mes a cada mexicano. Por eso estamos aquí. Para defender la riqueza y que no se roben el país los españoles”. Esto jamás aparecería en la Jornada, porque está descalificando a los sucios políticos. ¡Caramba! ¡A caso los intelectuales no se dan cuenta que están defendiendo a puros ladrones y mentirosos?
El buen Astillero le encanta la ironía, y supongo que debe ser así, ya que irónicamente, en el momento en que llegue al poder un dictador como AMLO, perderá su chamba, pues ya no va a poder criticar, ahora tendría que loar al nuevo rey y eso no va con su ironía. Así que paradójicamente Julio Hernández es feliz con su infelicidad, es feliz con un PAN en el poder y es feliz mientras las cosas le vayan mal a su papá López Obrador. Los caricaturistas de la Jornada no se quedan atrás (no hablo de los reporteros porque sería rebuznancia). El único que se salva y parece darse cuenta de que todos son puros cuentos, es el tal Magú y en ocasiones Ahumada. De ahí en fuera, todos los demás son unos ineptos y ardidos que viven de lo que vive Julio Hernández. Pobrecitos… no saben lo que hacen.
Regresando a lo que dijo la Adelita… ¡Dios mío! ¡Eso es lo que les prometieron! ¡Eso es lo que les dijeron! Van a tener un barril de petróleo al mes. Si nos vamos por el lado literal, de mucho le va a servir a cada mexicano un barril de petróleo al mes. Ahora sí van a comer y a vestirse como las doñas de la tele, y van a llevar joyas y sus hijos van a comprar coches y sus maridos se van a emborrachar con cognac y cocacola (la coca nunca la dejan). Porque las clases sociales pobres, una vez alimento en panza, no piensan, en general, en salir adelante poniendo un negocio o estudiando, cuando les cae del cielo el dinero, lo despilfarran para ser lo que no han sido en toda su vida y cuando se acaba, se vuelven resentidos porque siguen siendo pobres… pobrecitos pobres. Si nos vamos por el lado no tan literal, un barril cuesta 90 dólares más o menos. 900 pesos al mes. ¿Para despilfarrarlo en lo mismo?
En fin, así están las cosas. Unos llaman espurios a los otros con la conciencia de que sus manos están tan puercas como las de aquellos. Los medios se polarizan y se meten en la licuadora del lodo. Los líderes son seducidos por el poder y en cuanto lleguen a las altitudes de sus mentores los van a morder (como lo hizo AMLO). ¿Y el pueblo? El pueblo está dormido y esperando a que se arreglen las cosas desde la barrera. El pueblo está lleno de miedo para actuar en contra de los verdaderos enemigos del pueblo: los facciosos, los políticos, los empresarios deshonestos, los mentirosos, los corruptos. ¿Y porqué está lleno de miedo? Por la mayor parte de los que están en el pueblo, si tuvieran la oportunidad serían iguales o peores a los políticos. Como alguien dijo alguna vez: pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de nosotros mismos.
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