Metallica ha sido una de mis bandas favoritas desde que el buen Borau (hijo del profe Borau) llevó de contrabando a la escuela "And Justice For All", el llamado "Black Album" y el mítico "Master of Puppets". Desde entonces me hice una especie de fan, no de los que van a los conciertos (creo que desde que me gustaron sólo vinieron una vez por ahí del 98, y no pude ir por mi poca edad, pero en fin, algún día los veré por lo menos en la tumba, como los que ya se me pasaron) ni de los que dan la vida por ellos, pero de alguna forma me sirvieron como punto de partida para empezar a conocer algo más de música que lo que te ponen en Alfa y Reactor.
En fin, ayer, buscando unas películas que estaban "extraviadas" en la inmensidad de mi cuarto (ustedes saben cómo son estas cosas, el cuarto de uno se convierte en un microcosmos en donde todo es posible encontrar incluso años después de haberlas necesitado como verdadero demente) me di cuenta de que, ahí, perdido, estaba el disco de "Garage Inc" de los Metallicats. Me puse a escucharlo y rememoré viejos tiempos, cuando lo adquirí por allá del año 1999, cercano a mi ingreso a la preparatoria. Recuerdo que lo ponía y hacía la tarea que me dejaban en el curso propedéutico del TAE. En fin, ahora, escuchando el track número 8 del segundo disco, es decir, escuchando la canción Breadfan, me di cuenta de que la mayoría de las canciones tienen instantes conmovedores. En esta canción particular, con la que hacemos verbigracia, ese instante (que puede ser todo un momento) conmovedor entra a partir del minuto 2:47, cuando, la potencia de las guitarras dan paso a una bella balada, triste, como una pequeña laguna en medio del sol agreste, o un pequeño suspiro en medio de una pelea, o un descanso tras caer varias y variadas veces.
Otras canciones vinieron a mi memoria, como la rola de los Rolling Stones, Anybody seen my baby, en donde la guitarra de Keith Richards, en el minuto 1:43, con un simple movimiento en las cuerdas, nada complicado, una nota llana, nos da todo un sentido completo y vibrante. En la canción de Antony y los Johnsons, Hope there's someone, dejando a un lado lo fuera de serie que es la voz, la letra y la música (se te hace el corazón chiquito y ahí te quedas, mirando lo que tengas que mirar atrás de los ojos), también hay un instante conmovedor justo en el minuto 1:12, cuando el ritmo lánguido y nostálgico se ve interrumpido, como a propósito, y le da toda una vuelta a la emoción que está representando. Cuando Pavarotti canta Nessun Dorma, encontramos este famoso instante conmovedor cuando canta las líneas "¡al alba vincero, vincero, vincero!", justo en ese tercer vincero, cuando alarga la "e" hace una modulación sobrenatural que eriza el cuerpo y abre todos los conductos de por sí abiertos para sentir una ráfaga de electricidad que te moja los ojos y deja los cabellos quemados.
En suma, este instante conmovedor, como lo dice su propio nombre, es un momento específico en la canción o en la composición musical que le da un giro catártico, como un bonito detalle en un vestido, como una línea embellecedora en un condominio. Es cuando el negrito en el arroz termina por darle todo el sabor a la comida, y lo mejor es que dura unos instantes, para que termines con ganas de más, y justo esta brevedad le dé la belleza a ese instante.
(foto tomada de aquí)
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