Pero hace un par de días, acompañé a mi padre al banco y el cuate que nos atendió nos hizo una declaración bastante fuerte. Decía el muchachón que la Renta Variable está cayendo (cosa que podemos ver si ponemos atención al IPC). ¿Por qué? Por lo que todo mundo sabe, las hipotecas impagables en Estados Unidos, la falta de dinero que tienen los bancos americanos para pagar sus deudas, el impacto financiero negativo (producto de la incomprensible y terriblemente asustadiza mente de los humanos), los precios del barril del petróleo y la onda de la falta de alimentos. Pero, el punto interesante de toda la charla con el muchacho fue lo que tenía que ver con la falta de alimentos.
Muchos podemos creer (y de hecho así ha sido gracias a la información parcial y completamente industrial que pulula en los canales televisivos) que la culpa es de las personas que han transformado el maíz en etanol y esto en combustible. Ergo, ya no alimentamos hombres sino máquinas. Pero la realidad es mucho más simple y a la vez más aterradora. China se ha convertido en un verdadero monstruo tanto para el equilibrio injusto en el que estamos metidos todos, como para sus propios moradores. Su crecimiento imponente se dio gracias al sacrificio de sus hombres y mujeres, pero, gracias a todos los que rezaron por ello, a los chinos les fue bien este año. Su condición de vida aumentó. ¡Ya comen tres veces al día! Sin embargo, el impacto inmediato es claro: falta comida. Miles de millones de bocas comieron y miles de más empiezan a temblar, pues, si ahorita, ya comen algo, imaginemos cuando sus condiciones de vida sean como las de nosotros: la comida no va a alcanzar para todos.
China abrió la boca y todos nos quedamos callados por el susto.

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