Hoy nos fuimos a patín hasta las mismísmas oficinas de la Seduvi en la mismísma avenida de San Antonio Abad. No fue difícil dar con este lugar, pues, gracias a nuestras autoridades contamos con un servicio de transporte harto eficiente y en dos patadas ya estábamos ahí. Sólo que, las cosas no son siempre miel sobre hojuelas, no contábamos con que la dichosa oficina estaba entre las dos estaciones posibles, por lo que, a pesar de que el buen metropolitano nos acercó bastante a nuestro destino, tuvimos que ir a patín hasta las mismísimas puertas.
En el transcurso del camino, nos encontramos con una masa de furibundos y ahuevonados perredistas vestidos en camisetas verdes con la leyenda "yo sí voy a la consulta ciudadana", o una mamada así. Claro, todos estorbando, echando la garnacha, mirando lujuriosamente a las señoritas que caminaban por la calle, mercando piratería y vacitos con fruta y chile, y en general diciéndose sarta de leperadas a modo de caricias o manoseos de estimación. Pero sólo fue una nube de estos mosquitos, así que tan pronto los pasamos, la natural tranquilidad de las calles defeñas regresó. Regresó hasta que, en la esquina, un perro estilo Stan (léase Rotboiler), empezó a ladrar como avisando que si no te quitas te come. Claro que, después de que nos fijamos bien, el joven canino le ladraba a una pareja de maduras personas que venía atrás de nosotros, lo cual nos hizo sospechar que o traían droga, o el perro no más no aguantaba el estrés visual por estar tan feos, jo jo jo.
Después de ahí, nada qué contar, caminamos y caminamos harto. Diseñamos un nuevo plan para nuestra bitácora, vimos un borrachito que se veía medio drogado, una señora anciana le decía a su acompañante, también anciana, que "no voy a claudicar", y eso nos hace ver que hay espíritu en las personas, lástima que ese espíritu esté en las personas de 80 años para arriba, que están más pa' allá que pa' acá, y no en los chavos que cada vez hacen menos. En fin, finalmente llegamos a la dichosa Seduvi. No hubo purrún, o como quien dice, no nos la hicieron cansada. Nos dijeron qué diablos debíamos llevar y ya estuvo. La cosa con la burrocracia no es tan difícil, sólo hay que llevar todas las copias de todos las identificaciones posibles y existentes, aunque no te las pidan, y ya está.
Total que nos regresamos en nuestros pasos, vimos a la misma ancianita, al mismo borracho, al rotboiler ya no lo vimos pero sí estaba la chusma de perredistas buenos para nada, y finalmente la estación San Antony Abad. Abordamos el tren, trasbordamos en Chabacano y nos fuimos hacia Centro Médico. Justo estábamos por llegar a la estación cuando vi que el marketing le ha dado en la madre a todos los changarros viejos y sus equivalentes. En la estación previa a Centro Médico abordó una viejita y un chavo con su maletita para vender discos piratones. La viejita, que se veía acostumbrada a pedir dinero con su cantaleta de "ya estoy viejita, no tengo trabajo, no tengo quien me sostenga...", empezó a apechugar y habló. Pero al mismo tiempo, el chavo encendió su música. ¡A quién escuchar! El chavo, buena onda y solidario, le cedió unos segundos para que la viejita terminara su choro. Así fue, terminó y nadie le tendió un mísero peso. En cambio, el chavo buena onda terminó vendiendo como tres discos. Conclusión, incluso para mendigar hay que cambiar las estrategias, y aquí el famoso refrán alcanza dimensiones literales: "renovarse o morir".
(fuente foto)
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