Ayer fue un día importante. Finalmente y después de meses de espera, Cosqui y yo fuimos a reciclar todo el bagaje de latas y frascos de PET. Así lo hicimos porque nos dimos cuenta que la cadena Walmart, en "sano" (si siguen leyendo, entenderán porqué entrecomillo la palabra "sano") contubernio con Pepsi Co. y Gatorade, quizás en un gesto más bien culposo, prefirieron hacer algo por el planeta y pusieron un punto de reciclaje justo a las afueras de la tienda de autoservicio. Como nota técnica, si ustedes quisieran también reciclar frascos Tetrapack, hay un punto de reciclaje parecido en Superama; ahora bien, desconozco si es en todos los Superamas y todos los Walmarts están, aunque lo más seguro es que así sea. En fin, decía que encontramos el tierno gesto de las trasnacionales justamente ubicado detrás de un montón de bolsas de comida para caninos, arrumbado, en un rincón, cual muñeca fea.
Sin importar implicaciones, la buena Cosqui decidió estacionar su automóvil justo a un lado. Esto no tienen nada que ver con la historia, pues no pasó nada más, es una referencia meramente descriptiva. Llegamos ante el lujoso receptáculo y leímos las instrucciones. "Meter frasco, de a uno por uno". Entendido y anotado, nos dispusimos a abrir los diez costales de metro y cacho de altura para empezar a vaciar todo el esfuerzo ecológico de la Cosqui. Siguiente instrucción, "Asegúrese de que el código de barras quede boca arriba, de modo que nuestro lector discriminador lo pueda leer". La cosa se empezaba a complicar. En primer lugar nos encontramos con un reciclaje que discriminaba entre productos con código de barras y sin código de barras, lo que implicaba que, aquellos frascos sin marca, no tendrían acceso al interior de la reencarnación, en otro producto.
No importó, porque descubrimos una grieta en el sistema: cada vez que la máquina traga PET y aluminio abría las fauces, aprovechábamos y metíamos una de contrabando. De esta forma comenzamos a vaciar nuestros costales vertiginosamente. Entonces (llegamos al twist de esta historia) de entre las profundidades de las bolsas negras, apareció un frasco de Coca Cola. ¿Y esto qué tiene de raro? No debería tener nada de raro, salvo por el pequeño detalle (y el diablo se esconde en los detalles decía Greenaway) de que Coca Cola es la acérrima (al menos en el papel) enemiga de Pepsi. ¿Qué podría pasar? ¿A caso no era un pedazo de plástico más? La experiencia nos demostró lo contrario. Pusimos el frasco de Coca Cola y la máquina, suspicaz como todos los inventos del hombre, detectó la treta. "Código imposible de ver", nos dijo ufana.
¡Imposible de ver! Habíamos metido frascos completamente hechos chicharrón, con el código ininteligible y una Coca Cola, con su código pequeño pero perfectamente claro era imposible de ver. Lo intentamos nuevamente y la máquina no se tragó el cuento. ¡Qué hacer! Recurrimos a la treta. Pusimos una lata de Tecate y, tan pronto abrió las quisquillosas mandíbulas, arrojamos el frasco de Coca Cola. Misión Cumplia... bueno, eso esperábamos, porque, ya sea por el destino, por que estaba demasiado llena la maquinita esta, o por un extraño algoritmo que evita meter frascos de la competencia, la máquina puso en su display un letrerito curioso "Error 123, busque asistencia". ¡Ajá! El viejo truco del "error". No había más que pudiéramos hacer. La máquina no quiso tragarse el cuento y nos cerró toda posibilidad.
A esto me refería con lo de "sano" contubernio, porque al final salió el peine, "seremos buenos con el planeta si no tenemos que reciclar plástico de la competencia". Hasta en esto hay discriminación, tal pareciera que los que buscan que la discriminación se termine son los verdaderamente raros en este mundo.
(la foto fue tomada de aquí)
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