Así es señores, mi hámster se la ha pasado de huevón por mucho, mucho tiempo. Se me ocurrió juntarle un par de cajas de plástico, con su respectivo conducto hecho con base en (chequen cómo sí le puse atención al buen pplu y ya no dijo "a base de") un retazo de la parte superior de una botella de plástico. La caja azul (porque tiene una tapa azul) es donde "oficialmente" está su residencia, una caja de pañuelos desechables, ahí tiene su tapa con comida y con agua... la caja naranja se suponía que era su centro de ejercicio, pues le puse unas tablitas de modo que pudiera subir y bajar a su gusto, además utilicé un pedazo de camiseta para que se colgara de él... en fin, era un verdadero gym.
Pero el muy huevón decidió que las tablitas serían un buen techo y que el pedazo de camiseta un buen cobertor. Así que decidió mudarse de la residencia oficial al gym. Ahí durmió como indigente muchos días, sólo salía para comer y volvía a dormir. En fin, a veces veía más a Uki (otro hámster que tuve a bien adquirir, pues me pareció muy gracioso verlo con su línea al lomo y yendo en chinga de aquí para allá y de allá para acá y subiéndose a su ruedita; finalmente lo compré y le hice un espacio cerca de Eke, aunque están separados, pues el Uki es rebien bravo y en una de esas se chinga a mi huevón Eke) quien todo el día está dándole vueltas a una rueda que le había comprado inicialmente a Eke, pero como es bien huevón, nunca la uso. Uki, en cambio, la usa hasta el cansancio y no respeta límites ni horarios.
El punto es que el buen Eke dejó de subir a la superficie por algunos días, hasta que decidí que era tiempo de cambiar su arena, pues estaba llena de cagarrutia de Eke. En fin, cuando lo saqué para cambiarlo a un pequeño apartamento en donde vive mientras limpio su casa original, noté con especial horror que tenía en la espalda un tremendo agujero. Sus pelitos blancos, blancos dejaron de existir en un área en donde ahora había un tremendo color rosado. ¡Dios mío! Me dije, pensé en sarna, pensé en lepra de hámster, pensé en hongos en muchas cosas que ahora tenía el pobrecito Eke y que por una extraña razón del destino ahora tendría en mi mano.
Por algún momento me imaginé con un agujero rosado en el dorso de la mano, creciendo más y más hasta que ese pequeño orificio desdentado se materializaría en el Coco que nos perseguía de niños (la verdad a mí nunca me dio miedo el Coco, de hecho, mi abuelito Jorge era también conocido como abuelito Coco) y me devoraría. Pero regresé a mis cabales e inspeccioné la herida de Eke. La toqué con valentía y comprobé que no le dolía. De haberle dolido hubiera saltado o hubiera hecho algo para que dejara de tocarlo. Después me di cuenta que no sangraba, por lo que no había motivos para pensar en escozor (de haber habido comezón, Eke se hubiera mordido hasta provocarse llagas). ¿Qué sería?
Decidí actuar de emergencia. Tiré el pequeño cobertor con el que se había cubierto el buen Eke. Cambié el arena (o la arena, ¿no es cacofónico? ¿no es como decir la agua?) e hice una limpieza hasta con cloro. En fin, el buen Eke volvió a su hábitat, pero ahora, en lugar de pedazo de camiseta, encontró un calcetín. Parece que ya no le pareció tan confortable su antigua habitación, así que se cambió de nueva cuenta a su casa oficial. Estuvo en un periodo de observación de por lo menos una semana y hoy compruebo con satisfacción que el orificio rosado se ha vuelto a cubrir, poco a poco con pelito. ¿Conclusión? Eke es un huevón y pasó tanto tiempo sentado dormitando que se le hizo un hoyo, así como les ocurre a los bebés que duermen mucho, a quienes les aparece una pelona en la parte anterior del cráneo. Por lo menos puedo estar tranquilo de tener un hámster dormilón y no uno enfermo con escorbuto de los roedores.
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