"¡No te vayas!", grita ella mientras ve a un brazo de viento arrastrar a su amado lejos, muy lejos.
"¡No te vayas!", grita él mientras ve a un brazo eléctrico retener a su amada lejos, cada vez más lejos.
Ahora estaban solos. Los hacía volar los recuerdos de cuando estaban juntos, pero las lluvias terminaron por ahogar todo vestigio. La hoja blanca no pudo seguir volando y terminó naufragando, desconsolada y sin ganas de vivir, en el charco de una casa y cerró sus ojos a lo que pasara (la otra hoja blanca tampoco pudo seguir volando y terminó naufragando, desconsolada y sin ganas de vivir, en el charco de una casa y cerró sus ojos a lo que pasara).

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Un día de invierno, un viejo decidió escribir su última historia. Había vivido para escribir y las letras se le seguían desbordando en historias curiosas a pesar de que el pelo ya no tenía tinta para seguir escribiendo y sus ojos se cansaban de repasar tantas historias que estarían por siempre libres en sus pensamientos. El viejo decidió usar una libreta que construyó con cariño, recogiendo hojas de muchos lugares, rescatándolas, pasándoles una capa de cera ligera y uniéndolas con hilo de cáñamo, cobijándolas con unas gruesas pastas de piel. Abrió el libro y deslizó la pluma. La luz de la vela despertó a una hoja blanca. El cosquilleo del bolígrafo le hizo voltear a todas partes. ¿A caso esto era el Paraíso? Sí, así fue, pues cuando miró más a la izquierda (su izquierda) sintió el calor conocido del amor (La luz de la vela despertó a otra hoja blanca. El cosquilleo del bolígrafo le hizo voltear a todas partes. ¿A caso esto era el Paraíso? Sí, así fue, pues cuando miró más a la derecha (su derecha) sintió el calor conocido del amor).
Ahí estaban los dos otra vez, juntos por siempre, portando una bella historia en sus memorias, portando su historia otra vez.
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