domingo, 11 de noviembre de 2007

Si no hay historia...

Cuando el cine fue inventado, a partir del descubrimiento del movimiento a partir de imágenes colocadas una tras otra, la primer intensión que se propuso fue la de contar algo. En un principio fue contar algo de la realidad, para conocerla de una forma que antes nos se había visto; de este modo, pudimos ver cómo unos caballos corriendo podían darnos la respuesta tan trascendente a si despegan o no las patas al correr; y después se utilizó para cosas un poco menos importantes, como para observar el movimiento de las personas o demás tonterías que se les ocurrían a los científicos de los últimos años del siglo XIX.

Como fuera, lo que se buscaba era contar a los demás algo que se había visto en la realidad, en algunas ocasiones sólo se llegaba a una mera reconstrucción (dar al receptor sólo pedazos de información, sin involucrarlo a propósito, como una nota en un periódico, objetiva y lo más apegada a los hechos) y en otras llegaban a la fuerza de la representación (un mensaje confeccionado para hacer que el receptor vuelva a estar en presencia del momento específico que atrajo la atención del emisor). Pero el fin era contar algo.

Una de las premisas para considerar a un pedazo de imágenes unidas una tras otra como una pieza de cine es que nos cuente algo. Si no lo hace entonces no puede ser considerado cine. Es obvio que esta no es la única característica que tiene el cine para ser considerado cine, de hecho, hay muchas otras, pero esta me parece fundamental y necesaria. Si ustedes ven una pieza de cine que no les cuente nada, entonces no están frente a ninguna pieza cinematográfica, están frente a un experimento audiovisual, pero nada más.

No estoy diciendo que los experimentos estén mal, al contrario, si lo que vemos es un "trabajo audiovisual experimental" lo que se buscará son nuevas formas de contar utilizando los elementos que nos regala el sonido y las imágenes. Por eso, generalmente no hay experimentos que nos narren algo, cuando un experimento nos empieza a contar algo, entonces estamos enfrente de lo que es considerado como cine experimental, es decir, que van a experimentar formas para contarnos algo, no son experimentos per se.

Si no me creen, échense un clavadito a cualquier libro de cine o a cualquier videoteca, y en cuanto la historia no los atrape, se darán cuenta de que están frente a una película que no es película. Por ejemplo, pueden ver la película de El Padrino (en gustos se rompen géneros), el clásico épico de la mafia, y no podrán pararse hasta que se la chuten toda, por el contrario, renten "Conquistadores", una película tan mala, que puede ser incluida en un curso de cine para mostrar a los alumnos qué es lo que no deben hacer. ¿Y por qué es tan mala? Porque no tiene historia, o más bien, tiene una historia muy mal desarrollada, por lo que no podemos llamarla historia.

Puede sonar muy enredoso, pero aquél que va a contar algo debe, en primer lugar, tener bien claro que va a narrar algo y para ello debe tener también muy claro que hay códigos para la narración, de los cuales existen muchos, pero siempre se tiene que apegar a una forma de contar las cosas. El siguiente paso será contarlo pero con imágenes y sonidos (hay algunas personas que incluso hablan sobre la primacía de las imágenes, es decir, que no debe existir el sonido; esta característica de lo que "debería ser" el cine, a mí me parece secundaria, pues existe cine con o sin sonido).

Esta definición de cine, como un mensaje necesariamente narrador, puede ser rebatida fácilmente si tomamos en cuenta que quien la esgrime (es decir, yo mero) es un narrador. Sin embargo, me he puesto a pensar, y he llegado a la conclusión de que, incluso aquella cosa que no parece estar hecha para contarnos algo, tiene la capacidad en potencia de hacerlo. Vamos, hasta una lágrima es una historia. ¿O ustedes qué opinan?

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