Y de un momento a otro, todos los partidos políticos unieron sus esfuerzos para contraatacar la campaña del voto blanco, esgrimiendo argumentos que van desde complots de ultraderechistas que quieren desinflar a la "oposición" para perpetuarse hasta el clásico "yo no voy a ser como los demás". Pocos (muy pocos) aún les creen y sin embargo sigue sorprendiendo que haya personas que lo hacen de corazón, con inocencia, que aún creen que existen políticos honestos que quieren un sitio en el congreso (sí, con minúscula, ni modos, se lo han ganado) para velar por sus intereses.
El resto de la gente ya sabe que TODOS son iguales, y aunque haya quien piensa que el anterior es un argumento que carece de fuerza, es verdadero, aquél que se inicia en la política es para escalar rápido, ganar mucho dinero y todo bajo el precio de sus escrúpulos y su honradez. Y mucha gente, siguiendo la vertiente de la democracia moderna que funda todo en la libertad de elegir lo que beneficia a cada quien (egoístamente, sin pensar en el otro, mientras aquél candidato me dé a mí una migaja más, estaré con él hasta la muerta, mientras me enseñe que está a favor de la lucha, por lo menos de "dientes pa' fuera" le doy hasta los calzones) ha decidido jugar el juego de la democracia a su modo, dándoles un revés a los partidos, anulando su voto.
Porque una cosa es clara, irán a las urnas, se presentarán ahí y les dirán a los partidos políticos (sí a esos que están a favor del aborto pero en contra de la pena de muerte, o viceversa, o lo mismo pero más barato, y que pretenden "vender" sus propuestas a cambio de votos para mantenerse en la perpetua, sin darse cuenta que la mejor manera de su situación sea perenne es cumpliendo su palabra y ofreciendo bienestar a todos, para que a su vez se les regrese un poco de ese bienestar y la rueca gire ad aeternitas) no nos convencen, ninguno de ustedes tiene los tamaños para gobernarnos, hoy les damos una bofetada con guante blanco y ustedes están temblando por eso.
Es un fenómeno muy interesante, imaginemos que una gran proporción del electorado vota en blanco, que el 60 o el 70 por ciento dice, ustedes NO me representan, ¿qué ocurrirá después? ¿Qué pasará con los partidos políticos, o más bien dicho, a quiénes representarán los partidos políticos? Si lo anterior sucediera querría decir que la gran mayoría de los mexicanos NO estarían representados, que una minoría estaría formando el congreso (otra vez con minúsculas) y que la democracia, donde la mayoría decide, no estaría funcionando, porque la mayoría del pueblo no estaría representada, y no tendríamos por qué aceptar ninguna reforma que se hiciera pues ninguno estaría representado y se daría un fenómeno intersantísimo y digno de verse en las democracias: ¿y qué si nosotros, el pueblo, el que tiene el poder, queremos otra cosa?
Pero entonces algo nos estaría uniendo: la no-representatividad, y al no estar formando parte indirectamente del gobierno, no tendríamos por qué pagar los sueldos de nuestros empleados, porque no tendríamos empleados a quién pagarles, por lo que resultaría absurdo pagar impuestos hasta no encontrar al empleado ideal a quien pagar. Y entonces sí, la cosa se pondría aún más interesante y el pueblo, ese que pidió el voto nulo tendrá que organizarse para presionar con más fuerza a los empleados de los partidos políticos para que hagan lo que deben hacer y se den cuenta que no se trata de vender licitaciones o de quedarse con un pedazo del pastel sino rolar los beneficios para que todos ganemos.
Concluyo que si una gran parte del electorado vota por la anulación, estará enviando un gran mensaje a la clase política, cuyos efectos ya se están viendo en las respuestas de ésta, pero se necesita de un orden milimétrico para que esta posibilidad de tener "el sartén por el mango" no se convierta en un "ya merito", en una pifia o en algo que siempre recordaremos con gusto y con vanagloria propia pero que jamás llegó a ver sus últimas consecuencias, las cuales ninguno de nosotros es capaz de vislumbrar verdaderamente.
jpcg
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