viernes, 29 de febrero de 2008

Un día de suerte V

FINAL B

El viento acarició rudamente a la pobre perrita. Abrió los ojos y la negrura cubrió su vista. Ya no sentía el fogón cálido de la familia que había adoptado. No había más que soledad por todos lados. Pero había un pedazo de comida junto a ella. ¿Fue un sueño? ¿A caso fueron fantasmas que la complacieron por algunos deliciosos instantes? ¿A caso las sombras pueden ser más reales que los árboles o que el viento? Sólo había una cosa clara, aquellas personas, aquellos ángeles que aliviaron su dolor, ya no estaban y volvía a tener la angustia de la incertidumbre, las tenazas de la amargura la volvían a apretar hasta sofocarla, pero sin matarla. 

Se puso de pie, tiritando, con el viento helado colándose por sus entrañas. Fue bello mientras duró. Pero ahora tenía que seguir buscando cómo alargar su agonía. Dio media vuelta y se fue, caminando, entrando en la garganta del destino, regresando al nido donde encontraría (esperaba) su punto de llegada y su puerta de partida. Quería olvidarlo todo, dejar los malos recuerdos atrás, y los buenos, sepultados entre la inmundicia que la había recibido los primeros días de vida. La "felicidad" sólo le causaba más dolor, era preciso eliminarla. Por eso regresaba, para buscar a sus hermanos, para olvidarse que alguna vez tuvo un día de suerte.

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