Pero como no se puede hacer tal cosa, las personas se quejan y avivan sus sentimientos encareciendo los ruegos a todos los dioses del mundo para que termine por tullir al desgraciado que le tocó orquestar por el momento. Pero cuando viene la reflexión que los chinos pusieran de moda hace algunos miles de años, entonces muchos brincan, pues no están de acuerdo con "tener al gobierno que merecen". Y entonces viene a mi mente, que a todo le encuentra un pero, una reflexión que quiero compartir con ustedes.
Hablando del caso concreto de México, y quizás, más específicamente del Distrito Federal, a mí no me quedan dudas sobre la verdad encerrada dentro de la semántica de la frase de los chinos. Hoy tenemos un jefe prepotente, pero ¿a caso no cualquiera de nosotros, contando con el poder que ellos tienen, no les resultaría fácil e incluso natural actuar de esa manera? Me pongo a pensar en que, con un poco de poder, la gente se siente invulnerable y cree tener el derecho a hacer lo que piensa es correcto, generalmente para su beneficio.
Eso no es malo y de hecho podríamos catalogarlo hasta como natural. Todas las especies que convergen en este mellado mundo tienden a buscar su beneficio. Por eso no debería resultarnos extraño que una persona, digamos, una señora de las Lomas (emperifollada y llena de asuntos de primordial importancia como ver a sus amigas en el Maque de Polanco), se suba a su H3 (regalo de su marido para suplir el cariño y las horas de ausencia) y sienta el poder en sus manos de quitar a todos del camino, pitarle a la señora en silla de ruedas por atravesársele, echar las luces a los automovilistas responsables que acatan las velocidades permitidas (ya por el reglamento, ya por lo que permita el tráfico) y sienta el poder y hasta la obligación de mentarle la madre con los ojos a todos aquellos que osen ponerse en su camino y lo que ella considera trascendental.
Esa mujer, que en este caso resultó ser una mujer de las Lomas con una H3, pero bien podría ser un microbusero o una señora que va por sus hijos a la escuela o un maestro que está enseñando a sus alumnos no por amor al arte sino porque su vida es patética y fracasada. El punto es que todos, cuando sienten un poco de poder, terminan utilizándolo en contra de quien les obstaculice llegar a su cometido... tal y como ocurre con nuestros políticos y líderes. Nada los detiene, porque vienen de la misma masa que gobiernan y están arriba porque han logrado cortar más cabezas de las que algunos mediocres se han atrevido. Quizás en eso sea en lo único en lo que se diferencian los gobernantes de los gobernado, pero en esencia, ambos tienen la misma confección que tiende al abuso.
Los animales suelen ser individualistas (como un tigre) o sociales (como un león) pero el hombre no sabe que debe ser social y termina siendo individualista. Los pobladores de la ciudad más terriblemente caótica del mundo son proclives a ser igual o peor que sus gobernantes. Habrá quien se haya acostumbrado al estrés y a la vida de locuras que acontecen en esta gris capital, incluso habrá quien presente síntomas del mal de Estocolmo y que esté enamorado de esta ciudad carcomida y también habrá pocos (muy pocos) que se alejen de la constante del autoritarismo. Quien esté libre de pecado... que se aviente de la primera piedra.
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