Apenas hace unas horas caí en cuenta de que se fue para siempre... y todo lo que ello implica. No volverá a sonar el teléfono por las mañanas el día de mi cumpleaños ni la escucharé dándome una felicitación desde el corazón. No volveré a ver su cabello esponjocito ni le diré esponjadito acariciando tiernamente sus chinos. No más milanesas con sopa de fideo. No más tacos de sal con Coca. No más panqueques de la "Madrid". Adiós a la que siempre estuvo ahí, sin decirte nada, sin aconsejarte en lo más mínimo, pero siempre con una sonrisa y con una tranquilidad y una confianza que nació desde que era un pequeño y creció hasta convertirse en un lazo irrompible.
Hoy me di cuenta de que, a pesar de que todos sabíamos que la suya, era una enfermedad en sus últimas etapas, y que sólo faltaba esperar para que llegara la guadaña a rasgar la frágil hebra, nunca estás preparado para estas cosas. Sabes que ocurrirá, como todos sabemos que en algún momento daremos el paso tan terriblemente terrorífico; y llegas a concluir que el que realmente sufre es el enfermo, pues tiene una pistola apuntándole todos los días, mientras se baña, mientras come, cuando sube las escaleras, cuando reposa la cabeza en la almohada, y nunca, nunca sabrá el momento exacto en que la bala saldrá. Es tener la espada de Damocles pendiendo perenne sobre la testa.
Pero cuando el féretro está por cerrar la luz a ese rostro tan familiar y tan querido, entonces te das cuenta de que no la has visto lo suficiente, de que nunca te despediste como merecía y que tenían tantas cosas por platicar, chistes por contar y largas horas frente al televisor, disfrutando de la compañía tácita. Y entonces tratas de exprimir los últimos segundos que te dan para explicarle todo y se lo dices con los ojos confundidos, ahogando las lágrimas que no se asoman (porque no saben todo lo que está pasando) mirando tu reflejo (rechazado por el vidrió que te separa de ella) mezclarse con su cara cada vez más desdibujada por la muerte y derritiéndose en un vínculo inefable e indecible.
Hasta ese momento te das cuenta que nunca la volverás a ver; porque incluso hasta ese momento la amistad había sido fiel, y aunque fuera por una carcaza, un capullo abandonado, su compañía estaba presente. Fiel hasta el final. Pero el ataúd cierra su puerta y con ello el último adiós se sella. No volverás a verla. No volverás a sentir sus pasos. Esponjadito, te quiero mucho, y espero que por fin puedas llegar hasta donde siempre quisiste volar. Te deseo un buen viaje...
2 comentarios:
¿Y quién murió?, ¿quién es presa de ese fatídico destino?, ¿o debería decir gozoso? Requiescant In Pace (RIP)
Noooooooooo, ¡no te vayas! A bueno, qué pues... y tú qué, ¿cuando vas a escribir de nuevo? Un abrazo...
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