Cierto día don Eliseo miró con anhelo y desesperanza una chamarra azul hecha a partir de los sobrantes del tapiz de una sala, que se exhibía en el anaquel de una tienda pudientísima en la avenida de Homero. Era perfecta para combinar con su jersey del Cruz Azul que tanto le había costado conseguir, después de miles de llamadas infructuosas a la “Zeta”. Pero ahí estaba colgada y llamándolo, pero sabía que no sería suya, pues el precio era muy alto.
De pronto, vio salir de la tienda a un par de homosexuales, tomados de la mano, mientras miles de palomas los escoltaban en su bucólico romance, y estallidos de mariposas franqueaban sus pasos que convertían todo en rosas melómanas. El primero, alto, fornido y con un degrade desagradable en el color de su pelo portaba la chamarra azul que tanto deseaba don Eliseo. No pudo mirarlo más que con envidia y con odio y coraje y con su lengua le corto las manos en una acción de verdugo vengador musitando: “Hijo de tu puta madre... ojalá y te cague el pájaro”. Su mujer sobresaltada lo miró con horror y le invitó a corregir, “querrás decir, ojalá y te cague un pájaro”. “Sí, eso también…”.
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