miércoles, 30 de mayo de 2007

¡YO tambien!



Desde que entré a esta excelsa y benemérita, tres veces h, magnánima y laudatoria Universidad, me pareció que eran necesario una especie de trenecito para ir de goya a campana de campana al 33 y del 33 al anexo. Eso ya fue hace casi cinco años y sigo pensando lo mismo, de hecho siempre seguí pensando lo mismo. Primero fue la idea de un trenecito, después me quise comprar una especie de cochecito de golf, más adelante fue un cochecito de hotchos y así me fui por la vida, ilusionándome y deseando un medio de transporte para poder caminar los enormes senderos de concreto y caca -hay q decir q estas calles de goya, rodin, donatello, etcétcera, siguen siendo peligrosas, sobre todo para el calzado, pues los guaguas de los vecinos pipiris no tienen la educación suficiente como para defecar en un lugar privado- sin miedo a que los árboles de semillas espinosas lancen oprobiosas blasfemas a través de su desaguisados cuescos -no el ruidoso, sino el que tiene espinitas-.

Fue entonces cuando en la tele, mientras estaba recostado insuflando un poco de vida del aire curativo del viaducto, apareció el producto del cual me enamoré perdidamente. No era una faja reductiva que además me marcaría los cuadritos del abdomen -a estas alturas dudo si alguna vez he tenido esta posibilidad-. Tampoco era un rayador mágico que podía cortar la leche y convertirla en queso, o al que sólo se le tiene que enseñar la receta y te fabrica una sabrosa ensalada a la uy uy uy. Era algo mejor, el invento más bárbaro que haya hecho alguna compañía trasnacional, y lo llamaron (entra coro de ángeles) SEGWAY. Desde entonces imploré a los dioses del asfalto y de las transmisiones automáticos por un SEGWAY. Llamé a un gurú para que entrara en contacto con los espíritus y me llevara por el sendero que me guiaría al SEGWAY. Pero nada.

Mis llamados fueron en vano. Adiós a mi idílica fantasía de verme recorrer las calles de México -y del mundo- a bordo de mi SEGWAY, cubierto por una túnica negra, con la capucha cubriendo mi rostro y mis manos dentro de las mangas largas. La gente me vería y pensaría que era un monje flotando lo que se aparecía ante sus ojos. Me reía y me veía recorriendo los montes y las carreteras, "flotando", todo sobre mi SEGWAY. Pero la fantasía se ha esfumado y ahora sólo me puedo conformar con caminar por goya y esperar a que un aguacero remoje una caca y que mis pasos herrados me lleven a ella -sorry, pero esa es una historia verídica, iba caminando por goya, tormenta de por medio, a eso de las nueve cuando no se ve absolutamente nada y entonces ¡caca!, por suerte había muchos charcos en donde limpiar mis cacles-.

Hoy me entero que la policía capitalina estrenará estos hermosos transportes del SEGWAY sobre Av. de la REforma. Sólo me quedan dos cosas por pedir: que se les compren túnicas para poder ver cómo me hubiera visto flotando por la ciudad, y ¡yo también quiero un SEGWAY! al fin que seguro les sobrarán muchos...

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