martes, 15 de mayo de 2007

Patrañas

Siempre, invariablemente, cuando quiero colocar mi celular sobre la repisa que está en mi librero, cae al vacío y choca con la alfombra. Esta vez corrió peor suerte, pues la pantalla se impactó contra el mueble de la computadora. ¡Pardiez! Hasta pareciera que cada vez que lo voy a poner en ESE lugar, el celular sintiera pánico y escapara de mis manos, como salmón de las garras de un oso. Pero claro, como el celular no tiene patas, ni alas, ni ningún mecanismo para moverse -salvo su motorcito que lo hace vibrar- porque es SOLAMENTE un PINCHE celular, pues asiduamente cae en el avismo de mi recámara. Creo que me pondré a investigar qué es lo que hace a mi pobrecito celular tener tanto miedo y saltar despavorido, porque me imagino que lo que ve estando en la repisa debe ser mucho peor que caer al suelo.

Ahora bien, también puede ser que al celular le gusten las emociones fuertes y tenga el síndrome de clavadista de la quebrada. Tal vez cuando siente que está cerca de estar sobre la repisa, una punzada en el estómago -claro, el celular no tiene estómago- hace que sus cables tiemblen y se le inyecta un poco de endorfinas digitales que lo hacen querer arriesgarse. Puede ser que no se sienta conforme consigo mismo, y le parezca que tener una imagen de teléfono celular serio, modocito, elegante, pero nada atrevido, no va con lo que le revolotea dentro de los chips. Tal vez le gustaría rapelear, o lanzarse en paracaidas en el sótano de las golondrinas, incluso disfrutaría nadar con tiburones y capitanear una misión espacial para evitar que el Sol se enfríe -este es el tema de una película muy mala, no la vean, es más, quise buscar el título del filme, pero creo que ya la quitaron, uff, de la que se salvaron- pero como no tiene extremidades, entonces no puede más que aventarse a la alfombra de mi recámara.

Una tercera hipótesis es que ya no soporta su vida como celular y detesta vivir conmigo -lo confieso, no lo cuido, pero tampoco lo maltrato- quizás porque siente que nuestra relación es demasiado pragmática: "tú eres un celular, tú sirves para hacer llamadas y mandar mensajitos" -por cierto, eso de los mensajitos es una chinga, y me está llevando a la ruina, deberíamos hacer algo como consumidores, y no, no hablo de hacer "el día de no usar el celular", se supone que tenemos cerebro, usémoslo para buscar una solución; si EKE pudo escaparse de la jaula quimérica una vez, porqué nosotros no podemos hacer algo. por lo pronto intentaré mandar menos mensajes- quizás mi celular desea una relación más fraterna, quizás le gustaría que yo le preguntar cómo le fue en el día, que nos sacaramos fotos utilizando la cámara de otro celular, que vieramos una película, que nos tomáramos un café, que fueramos una familia, y no sólo dejarlo encerrado en su sarcófago de piel sintética, al lado de mi cinturón, el cual, por cierto, ya debo de cambiar, si no, va a empezar a rayar coches.

No lo sé, puede ser cualquier cosa, pero lo cierto es que cada vez que quiero poner a mi celular sobre la repisa del librero de mi recámara, salta invariablemente al vacío. Si ustedes saben porqué lo hace, ¡diganmelo!

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