Eke llegó a mi vida como una pequeña hada que se aparece así como así. Después descubrí que sólo tenía de hámster la figura, porque sus modos, sus andanzas y hasta sus enseñanzas (observando se aprende mucho) me dijeron que no era hámster por dentro. Por algunos momentos de mi vida pude llegar a pensar que, de haber sido hámster, hubiera sido Eke. Siempre inquieto, de fácil despertar, tragón, con ganas de rascar el suelo de plástico para ver si por ahí podía ver el mundo. Engordó, enflacó y le adquirí un Uki que le hizo compañía, aunque, para Eke, no fue suficiente, pues Uki tiene más de hámster que lo que alguna vez tuvo Eke.
Recuerdo que le compré, muy tarde tal vez, una bola de esas de plástico, con la cual pudo encontrar al mundo de mi departamento, y pudo escabullirse más allá de lo que jamás hubiera podido imaginar. Finalmente, ayer cuando fui a checarlo como todas las noches, para ver si quería dar otro paseo en bola, me di cuenta de que su plato de comida estaba intacto. Cosa rara, y lo primero que pensé fue: se escapó. Mi intuición no estuvo lejos de la realidad. Lo busqué someramente, y después exhaustivamente. Agité su cajita para ver si el movimiento lo hacía salir. No hubo respuesta. Entonces quise ver si efectivamente la cajita estaba vacía o sólo era el sueño demasiado pesado de un hámster que ya tenía sus años hamsterianos.
La incliné poco a poco de modo que pudiera ver el interior. Mi primer intento indicó que estaba vacía. Tenía que seguir investigando. Elevé un poco más la cajita y otro poquito y otro poquito y otro poquito y entonces, abajo de la caja, en posición de querer rascar el subsuelo, apareció Eke. ¿Estaba dormido? ¿Estaba en un debraye perpetuo? No lo sé, sólo me di cuenta de que estaba inmóvil. Mi hámster, mi Eke, estaba inmóvil; creo que se durmió en uno de sus intentos por salir de la jaula de plástico. Por fin consiguió ser libre. Por fin se fue de viaje a conocer tantas cosas, a saciar esa curiosidad digna de cualquier ser que se quiera llamar vivo (ni modo, en esta contemplación las plantas que no son curiosas se convierten en macetas). Por fin consiguió salir de su mundito.
Adiós Eke. Aprendí mucho de ti. A ver si un día, en muchos años, regresas a contarme todo lo que viste. Te quiero. Lo último que dejó fue esta nota, eso me da esperanzas...
3 comentarios:
Mi más sentido pésame, Jorge Pablo.
El hombre que ama a los animales, ama a los humanos.
Por experiencia propia sè lo que sentiste.
ay gordo :(
eke te quiso como tu a él, y gracias por haberlo querido tanto.
Un mejor dueño no le pude dar.
TI QUERO HARTO
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