viernes, 17 de agosto de 2007

Por la mañana...



No hay mejor lugar que mi casa para despertar un viernes por la mañana. Para empezar, he de decirles que estoy al pie de una de las avenidas más, ¿cómo decirlo?, más funcionalistas de esta cada día más estropeada ciudad: el Viaducto Miguel Alemán. Esto se traduce en que todos los días hay un constante flujo de vehículos que se dirigen a sus trabajos o a sus casas o a sus casas-trabajo si hablamos de las amas de casa. Todos los días escucho el vaivén de los coches que parece, con un poco de imaginación, como el golpear de las olas en la bahía; como quien dice: vivo al pie de una playa urbana.

Pero bueno, vivir al pie del Viaducto me ha dejado varias enseñanzas. La primera es que no hay que conducir tan rápido, sobre todo cuando sales de una arteria sin semáforos (porque eso de vía rápida es muy relativo, a veces la lateral va más despejado). Varias veces han sido las que nos hemos encontrado con tremebundos choques. Una vez un auto guinda quiso salir, pero no se dio cuenta que metro más adelante había una barda que señala con colores invisibles que ahí empieza la entrada al Viaducto. ¿Resultado? El auto se subió a la pequeña banqueta, pero como iba tan rápido, se volcó y se arrastró varios metros, casi llega al semáforo, eso sí, llegó más rápido que nadie al rojo.

En otra ocasión, mi madre iba llegando al edificio, y se encontraba en plena operación de abrir el enrejado verde que guarda la entrada a mi morada, cuando una camioneta (¡malditas camionetas! ver: http://jorgepablo.blogspot.com/2007/08/movimiento-en-contra-de-las-camionetas.html) manejada por una señora, salió echa la madre del viaducto, quiso rebasar y madres, que se sube a la banqueta, dió un giro en 90 grados y ¡prákatelas! que se estrella en la accesoria que está a unos 130 cm del enrejado verde; por supuesto mi madre presenció todo desde el mejor lugar de todos. Total que esta arteria está llena de anécdotas y seguramente de fantasmas que todavía deambulan por aquí, buscando alguna extremidad perdida en el percance que les arrebató del mundo de los que vemos con los ojos.

La segunda cosa que me ha enseñado vivir al pie del Viaducto (además de saber que es posible vivir en la ciudad más contaminada del mundo y ser alérgico a la contaminación, con el tabique nasal desviado y con sólo menos del 10% de oxígeno en la sangre) es que hay otra forma de contestarle a los truhanes que te mientan la madre. Eran las siete de la mañana y me desperté por que, por la mañana, una patrulla cerró el acceso a carriles centrales de Viaducto. Repetía con su voz rasposa y gangosa "Avance, avance, acelérele, acelérele, avance, avance" y entonces un coche se animó a descargar la furia contenida en semanas contra el pobrecito agente de tránsito. "Ta-ta-ta-ta-ta", pitó fúrico el hombre. Un segundo después (dicen que si uno responde cinco segundos después ya es ardor) el buen polí decía por el megáfono: "No te preocupes, en la noche la veo". ¡Caray, qué hermoso es vivir al pie del Viaducto!

2 comentarios:

WORLDSPRESIDENT.com dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
patzarella dijo...

jajajaja !!!!
¡Cómo me has hecho reir!
¡Deja de odiar las camionetas!¡Y no mientas, no es hermoso vivir al pie del Viaducto!¡Sólo lo dices por optimista!