Debo ser leal a Roma. No importa que este calor me funda ni que el sudor me derrita. No importa que yo no le importe a Roma y que me haya escupido hasta el lugar más inmundo de su imperio. Le seré fiel hasta la muerte...
¡A quién engaño! Roma me odia. Roma se ríe de mí y me expulsa para vivir junto a esos cerdos asquerosos. Judíos repugnantes, como ese de ahí, siempre molestando, bramando, arrojando espumarajos de la boca, mordiendo a la gente, burlándose de su temor.
Pero lo entiendo. Su pueblo le dio la espalda y en su soledad permitió que el demonio lo habitara. Eso dicen todos y aunque no lo creía al principio es lo más lógico que he escuchado. Es igual a mí. Sólo que yo no puedo dejar que el demonio me domine.
“¡Eh! Muchacho, no te acerques al poseso, te hará daño”. No puedo creerlo, sus manos lo han liberado. El judío está sano. ¡El judío es libre! “¡Eh muchacho! Ven aquí, yo también tengo un demonio. ¡No te vayas, por favor! ¡Es que yo también quiero morir como ese anciano!”.
1 comentario:
Disculpa si mi comentario no tiene nada que ver con lo que escribiste... (todavía no me odies) Y es que quería comunicarte que mi petite reve blog ya no existe... Ahora es: vozpalabrasymel.blogspot.com Una disculpita.
Un abrazo,
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