miércoles, 19 de septiembre de 2007

A peticion...



Vite nos dijo "yo sé llegar y en cinco minutos estaremos ahí". Ni una ni la otra. Salimos del hermoso hotel Holiday Inn, en cuya alberca pude nadar algunos instantes después de quedar un poco ciego debido a que en el fondo utilizaron conchitas nácar como mero adorno, claro que al llegar a la orilla, el reflejo del sol te da en la visión y pues no sabes ni donde caminas. Pero no pasó a mayores y una vez abordados los corceles de cada cual, avanzamos con dirección al jardín de las Sicas, pensando que en quince minutos estaríamos disfrutando de una misa un tanto cuanto fake pero cuyo simbolismo seguía manteniendonos a todos con las ganas de ver cómo era una boda al más puro estilo Bethzabé y Roberto.

En fin, seguimos al vitemóvil en cuyo interior estaban las personalidades de Lúlu, Vite, Verónica (amiga de Lúlu) y Paco (hermano de Lúlu). Dimos vuelta en u aquí, después avanzamos a la izquierda por allá, subimos una colina, agarramos para la derecha, después en la cuneta nos estacionamos para ponerle pilas a la cámara de Lúlu, después nos fuimos de frente, vuleta a la derecha, derecho, derecho, derecho, derecho y ¡chá! que nos encontramos con el imponente hotel Camino Real de las Sicas; pero oh sorpresa, no era el jardín de las Sicas. ¡Vite!

Media vuelta, doblamos a la derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecho, derecho, derecho, tope, derecho, tope, derecho, tope, derecho, tope, derecho, tope, derecho y finalmente a la derecha nos clavamos y finalmente llegamos a la fastuosa boda de la Bethza y el Mano. ¿Fastuosa? Más bien como que se fueron a lo bara, pero que diera pinta de buen tacuche. No es por dármelas (¡eso sería una aberración!) de muy socialitè, de hecho ya lo he platicado con mi hermosa Carolina y ya nos dimos cuenta que de socialitès no tenemos ni un pelo. Tompi.

Pero decía, a pesar de no contar con un historial amplio de fiestas y demás eventos alta y encarecidamente propagados por Quién, Hoy, etcétera, etcétera, puedo decir que el lugar, el jardín las sicas, estaba como de segunda... Espero no ofender a los presentes, pero ya haciendo el gasto de casarse hasta casa de don Pancho, pues mínimo se hubieran rentado una haciendita o hubieran hecho un día de campo al pie del Tepozteco. Me sentí en fiesta infantil en el jardín de niños, un poquito más grande pero de todos modos, la barda con plantas de corredor adornado con los cables de alta tensión no se veían muy bonitos.

Total que llegamos y lo primero que me encuentro es un ser alto y torpe, del cuál no daré más detalles porque se me revuelve el estómago. Pero una vez pasado ese escollo brutal y completamente antinatural, llegamos a... el rayo del sol. ¡Tremendo! Pudimos haber asado carne en ese estado, de hecho, muchas de las señoritas por ahí desperdigadas así lo comprobaron y seguramente al día siguiente se dieron cuenta de que tenían piel socialista. Pero lo importante es que la novia y el novio estaban cubiertos por unas tiras que parecían lonjas de tampiqueña. Medio los cubrían pero supongo que con los nervios y la ilusión, ni sintieron el trancazo de Tonatiu.

Total que el padre se echó un choro, y mostró sus dotes teatrales para que todos nos dieramos cuenta de que era un padre y no un señor que no era padre. Bueno la verdad eso dicen las expertas señorita C y señorita A, quienes amablemente compartieron su punto de vista sobre este señorcito que vino a echar un choro y que yo no puse atención porque el sol me estaba quemando los pies. Total que ella dijo sí y él pos como buen macho dijo que también le entraba a los catorrazos. Aunque esto ya era de más, porque lo mero bueno había pasado un día antes.



Total que después de esto vinieron los abrazos y formarnos diez años mientras toooodos abrazaban a la ya muy derretida Bethzabe (aquí entre nos, yo no sé cómo soportó tanto calor el señor Saas, yo estaba esperando que con el sauna que llevaba incluido se nos desmayara y ¡Saas! la histeria se hubiera hecho... pero no pasó nada). Después de esperar a que el sol terminara de calcinarnos y después de darle un muy rapidito felicidades a doña Bethza, nos retiramos con nuestros compañeros a beber unas micheladas más calientes que sobaco de taxista en periférico a las 3 de la tarde. Ojo, no es que yo haya tocado a algún taxista en las condiciones antes citadas, pero creo que es bastante obvia y elocuente la metáfora citada, ¿no?

Y mientras los novios se tomaban las fotos y los invitados se tomaban las chelas, a Aliche (si jugamos con las letras de este apodo, podríamos formar la palabra: chelia, la cual es la raíz etimológica de Cerveza, que viene del egipcio antiguo chelia... oooh!!!!) se le ocurrió que quería una foto de los novios. Pedimos permiso a las centinelas que guardaban el paso por el único punto a través del cuál podíamos sortear el imponente Sena que dividía la jungla de las Sicas, pero nos dijeron que nanay, que no pusiéramos el desorden y que nos fueramos a dar una vuelta por ahí. Sólo que si te dabas una vuelta llegabas a los baños, media vuelta y estabas en la salida, un paso a la derecha y ya estabas en el hotel Holiday inn o en la casa del tío de Aliche (si nos fijamos bien y jugamos otra vez con las letras, obtenemos chile A, que es el primer chile lanzado al espacio y criado en los prados de la luna).

Pero no desistimos y encontramos un recoveco por el cual, el desmadroso de Jorge Pablo, puso un poquito de desorden. El temerario joven tomó la cámara de Aliche y siendo alentado por su hermosa y joven novia, Carolina, y su siempre fiel compañera Aliche (dueña de la cámara, como había dicho antes), se escabulló por la zona pantanosa del temible Sena de las Sicas. Ahí avanzó con paso firme pero cauteloso, sabiendo que estaba en un tremendo peligro, pues estaba al despoblado, y las centinelas podían voltear en cualquier momento y destrozarlo con una lupa, aprovechando los indomables rayos del sol. Pero los guardianes estaban papando moscas o también andaban medio jodidones por tanto sol, el chiste es que llegué donde Bethza y ¡Saas! que les tomo unas fotos mejores que las de su equipo de camarógrafos. ¡Ahí nomás!

Después de ese tremendo y peligrosísimo lance, pasamos a sentarnos en nuestra mesa. De ahí un poquito de sobremesa y después los novios llegaron, aplausos, bla bla bla y llegó lo bueno: la comida. ¿Entradas? Pues un domo de salmón, el cual me dio un retortijón antes de comerlo, pues no soporto el salmón ahumado. La bella Aliche tuvo que hacerme el paro y me lo cambió por unos taquitos de champiñones. Pasables. La verdad a mí sí me gustaron, pero no tengo el fino gusto de mi novia Carolina ni de el refinadísimo Vite, yo tiendo a ser un legionario, y los legionarios comemos hasta piedras ¡Ourf, Ourf, Ourf!

Después vino la sopa, una crema de queso muy buena, servida en un bolillo. ¿Qué hacen con el bolillo que sobra? Dicen que lo reutilizaron y que de hecho los receptáculos de harina cocida y horneada en la que nos sirvieron, sirvieron (valga la redundancia) para la boda del príncipe Carlos y su esposa (ahora sí que se rayaron Saas y Bethza, caramba, qué distinción). Eso sí, lo mejor fue rasparle al bolillito, uts!!!! Más adelante llegó el plato fuerte: había de dos o salmón o carne. Obviamente pedí carne. Muy rico por cierto, ¡felicidades al chef! Pr último llegaron los postres. A mí ya no me tocó saborearlos, pues ya estaba abrumado con tanta y tanta comida, pero la Cosqui se zampó un Chemisse y doña Alicia un corneto medio filantrópico (por aquello de que le sirvieron de una forma muy dadibosa).

¿Después? Después, después, después, pues bailaron los novios y todos aplaudieron y se abrió el bailongo y todos vivieron felices para siempre. En el inter sirvieron unas fuentes de chamoy y de valentina, y doña Alicia nos podrá decir si estuvieron o no buenos, pues, y no es por balconear, se zampó un par de jícamas, unas papas y por ahí también unas espiropapas. Ahí nomás. Después llegó el ramo, el liguero, un par de gañanes levantaron al diminuto hermano y casi le da un paro cardiaco pero no sabemos si por las alturas o por estar entre tanto caballero. Llegaron los chilaquiles, un fullmonty dio el grito y se sintió cual AMLO en tribuna, después no se supo el himno, pero eso ya es catalogado por los médicos como un síntoma más del pánico escénico, instaurado por el Coque Muñiz.

¿Y después? Después de la lluvia torrencial en donde se desplegaron las habilidades prehistóricas de los meseros y demás mozos del jardín (se sintieron changos pues) y desplegar con mucha entrega los pedazos de plástico que nos protegerían a nosotros los indefensos invitados (un hip hip hurra por la organizadora, quien, cual amazona peleando por el marido se lanzó a jalar la cuerda (sin albur) para que se vinieran (sin albur, again) abajo las paredes de plástico).

Esta, señores, fue la fiesta de la Bethza, se nos fue y literalmente, ahora estará en Londres, esperándonos con los brazos abiertos para que le caigamos en su casita en Notting Hill. Ahí nomás....


"En el imponente Sena de las Sicas"

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