martes, 18 de septiembre de 2007

MAgia

Las lágrimas de sombras brotar y callaron el balido de los tiernos sacrificados que se devivían por gemir más fuerte y aprovechar las últimas gotas de sudor que les permitirían conceder los últimos hálitos de la verdad en el último punto que nunca se moverá y en la última vida que jamás cesará y temblarán quienes saben lo que deben callar y suelen abrir sus bocas mientras una dentellada de lumínicos y voraces arrecifes se llenan de espuma y de mar y de sal y vomitan mientras los recuerdos de su seno se desgañitan queriendo volver a través de los ojos de quien aún los espera musitando oraciones y rocío de la nuca de Dios.

El negro hablo y dijo al blanco que sonriera mientras lo matices de los receptáculos incandecentes efervecían en un bullicio estertorio de magia y petulantes abedules incinerándose en un debraye cósmico, ultravioleta y magnífico lleno de lo que puede ocurrir si en la ciénaga virtuosísima se plasma con colores la vida de lo que ocurriría si todo pudiera estar en un abismo melancólico mientras las llagas de luz se desagarran destellando infinitos nombres sordos y ciegos compartiendo un mismo lugar y la eternidad.

Jamás proferirás las linduras de una calle solitaria que espera el regodeo de cientos de cienpiés arribando y arrastrando en una conjura cósmica y literata llena de sabores amargos y olores dulcísimos, alientos llenos de espasmos repentinos y gaviotas desdentadas caminando en un algoritmo perenne al ritmo de tambores, seduciéndo al que se libera de las tavernas, de los olivos, de las gotas de agua, de la suciedad, del estiércol de quien ve y vive en un sueño y quiere que todos se sumerjan en su ridícula amistad con los hiervajos que sólo le producen prurito y lo descocen en una berbena de puñetazos y tuétanos corroidos por ladridos lastimeros que sólo quieren sobrevivir en la punta de una lengua llena de malta y hiel, rebozante de burbujas acuósas y pretéritas, intranquilas, pueriles y sonrojadas.

Nunca me hables de lo que dices hablar y calla lo que tienes en los bigotes llenos de mostaza fresca de una tremenda y desmedida loción ad hoc, locutando lo que cabría esperar en un abigarrado estío de poemas y ridículas carcajadas, que se mezclan en el condumio fraternal de la hipótesis de quien calló para que todo siguiera viviendo y que ahora llora por haber callado la única y verdadera oración que nos desprendería de la porquería de la piel y que nos llevaría a lo que nunca encontraremos pues estamos atestados por las costras de la verdad que sólo podrán caerse cuando la sabia de los terribles montes de la vida añeja se desgajen y extiendan su polvo ultraderretido a las marcas de la muerte y del error.