viernes, 4 de febrero de 2011
De sombreros, sarapes y brucelosis
Top Gear habló y dejó ver que los mexicanos tenemos una característica extra de la que no se mofaron: somos bien chilletas. Nos desgarramos las vestiduras. Armamos tangos mejores que los argentinos. Cuando nos sentimos ofendidos, el mundo debe detenerse y llorar. Exagerados somos. Especialistas en lluvias dentro de vasos de agua. Pero además, somos burlones. Nos llevamos y no nos aguantamos. Bien riéndonos del otro (Noroña recordando que Calderón es un "borracho") pero mal cuando se ríen de nosotros (no creo que Noroña jamás haya tomado ni un traguito de licor).
Y sin embargo, lo que ofendió a muchos es el estereotipo "anticuado" que se tiene del mexicano. Un hombre descansando, echándola, recargado en un cáctus, con sombrero de ala grand y un sarape. Huevón diriámos. Y entonces, ante esta imagen, ante este estereotipo del mexicano llegó mi padre, médico veterinario sobrado en experiencia y nos contó algo muy interesante. Nos dijo que él había ido a una conferencia hace algunas décadas, tres mínimo, y el expositor, ya en la calidez de la charla post ponencia, les explicaba que muchos rancheros se les veía en aquellos días exactamente así, recargados en algún lugar, descansando y la causa era ni más ni menos que la brucelosis.
Esta enfermedad, cuenta mi papá, es muy común en los animales, sobre todo en el ganado bovino, aunque puede encontrarse en ovejas, puercos y demás. Lo peculiar es que la bacteria puede transmitirse de animal a humano vía heridas en la piel, contacto con mucosas o a través de la vía digestiva, pero sobre todo por manipular carne de un animal infectado o beber leche no pausterizada. ¡Eureka! Muchos rancheros, decía aquel expositor, sólo tenían acceso a leche bronca y a la carne de animales, muchas veces infectados con brucellas. ¿El resultado? Rancheros con sintomas de brucelosis, que de no sucumbir ante ella, quedan con la bacteria latente y con episodios de síndromes depresivos que les obligan a dormir.
Ahora, esta era la observación de aquél conferenciante, no sé si se llegó a comprobar. Pero suena lógico. Un estereotipo derivado de el estilo de vida del ranchero. Una bacteria que marcó a una nación. Una enfermedad que hizo que los chatos de Top Gear tuvieran material para sus chistes. Una situación completamente fortuita que arde en la piel de muchos columnistas, comentaristas y muchos ciudadanos de a pie.
¿La razón del ardor y de la exageración? Quizás también se deba a un trastorno patológico.
Link de la imagen aquí.
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