Creo, creo, creo que no está mal el sistema, lo que está mal es el ser humano... ¡chale! ¿Qué hacer entonces? Normalmente echaría en este momento algún discursillo tedioso sobre el egoísmo del ser humano. No lo haré.
Obviamente parece no importar mucho qué va a pasar en el futuro. Lo importante es el aquí y el ahora, el sentirnos bien por diez segundos... por lo demás no sabemos si seguiremos vivos ¿no?
Así que a divertirnos, a sacar los instintos, ojalá anunciaran que es el fin del mundo, así no habría culpas; ojalá estuviéramos seguros que Dios se fue hace tiempo, que realmente lo matamos, así no habría hipocresías y realmente seríamos felices...
El humano no ha cambiado, no es que antes la gente fuera más centrada, simplemente ahora somos más y nos hemos quitado las correas que sujetaban nuestras ambiciones, que nos convertían en seres racionales y que no nos dejaban ser animales que actúan para sobrevivir, aunque ya lo hayamos hecho.
Adiós a las ataduras que nos obligaban a caminar por una línea trazada seguramente por tiranos que querían el poder. Ahora el poder lo podemos tener todos. Al diablo las líneas, al diablo los camino, al diablo todos, porque él es verdaderamente libre; él no quiso seguir los dictámenes de un Dios que quería que lo alabaran.
El diablo es el primer ser verdaderamente libre y como tal deberíamos tender a él, deberíamos disfrutar del poder, el poder de tener una camioneta y aventarle el armastrote al primer ser que se nos cruce; el poder de tener doscientos caballos de fuerza y matarnos estampados en cualquier distribuidor; el poder de pudrir el mundo a cambio de millones que ya no sabremos dónde guardarlos, a cambio de obtener más poder que ya no sabemos utilizar, sólo para sobrevivir, seguir en la punta que no existe; el poder de cogernos entre todos; el poder de ser libres, disfrutar de los vientos del egoísmo, de la ambición...
¡Bendito poder que se ha democratizado, y ahora todos podemos hacer lo que se nos antoje! Gracias libertad, ya te extrañaban en siglos pasados, pero nuestros abuelos se retuercen en sus tumbas no porque devastemos la vida, sino porque ellos no pudieron hacerlo.
Hay que pensar ahora más con el corazón, así las dictaduras de la mente quedarán relegadas a meros espejismos, a fábulas que nos recuerdan lo que no debemos ser, lo que debemos evitar. Finalmente descubrimos que somos aire, somos moléculas que viven para rebotar en todos lados.
¡Eso es la felicidad! Al diablo la moralidad y las "buenas costumbres" que sólo cubren y enmascaran nuestros verdaderos deseos. Al diablo Siddharta, al diablo Jesús, al diablo Lennon. Pusilánimes que querían que nos amáramos, que evitáramos el deseo, que el mundo fuera diferente... pero que sobajáramos la cabeza, que respetáramos al de arriba... no más.
No más, ahora somos libres...